FRATELLI TUTTI: Una perspectiva latinoamericana para el mundo
“Quien no ama a su
hermano, a quien ve,
no puede amar a Dios,
a quien no ve”
(1 Jn 4,20).
Por Carlos Ezequiel Cabalero (*)
El próximo mes de octubre se cumplirán cinco
años de la publicación de la carta encíclica Fratelli Tutti (FT) que
nos regalara el Papa Francisco y que se enmarca en la profundidad doctrinal de
la Iglesia en lo referido al pensamiento social. En este sentido, nos parece
interesante ofrecer una lectura reflexiva acerca de la cuestión social en
América Latina, sin pretender por ello agotar los temas.
En la mencionada encíclica, resuena como un eco la
denuncia profética referida a la deconstrucción cultural de los pueblos que
se impone a través de distintas ideologías, es decir, de pensamientos
reduccionistas acerca de temas complejos como son el ser humano, la ecología, la
familia, la economía, la política, etcétera y que conforman los nuevos
colonialismos; al respecto se nos advierte que
“… Un modo eficaz de
licuar la conciencia histórica, el pensamiento crítico, la lucha por la
justicia y los caminos de integración es vaciar de sentido o manipular las
grandes palabras. ¿Qué significan hoy algunas expresiones como democracia,
libertad, justicia, unidad? Han sido manoseadas y desfiguradas para utilizarlas
como instrumento de dominación, como títulos vacíos de contenido que pueden
servir para justificar cualquier acción” (FT 14). El Papa habla incluso de una
nueva red de relaciones internacionales: “Recordemos que «la inequidad no
afecta sólo a individuos, sino a países enteros, y obliga a pensar en una ética
de las relaciones internacionales». Y la justicia exige reconocer y respetar no
sólo los derechos individuales, sino también los derechos sociales y los
derechos de los pueblos. Lo que estamos diciendo implica asegurar «el derecho
fundamental de los pueblos a la subsistencia y al progreso»” (FT 126).
Para no engañarnos con proclamaciones de
independencias que no tenemos y libertades que no vivimos, lamentablemente
relegadas al plano formal, ya sea por las economías o políticas ilegales y
criminales que nos someten como pueblos: la contaminación ambiental, el
narcotráfico, las políticas extractivistas de minería, pesca, petróleo o
agricultura que favorecen la explotación intensiva de los recursos naturales en
favor de beneficios privados y en desmedro de los pueblos oprimidos. El Papa
Francisco advierte acerca de esta perspectiva sesgada que hoy se plantea en el
“abrirse al mundo” pero que sólo es expresión de intereses relacionados a las
finanzas y lo económico. En el mismo sentido y con la misma fuerza nos invita a
ser custodios de la creación: “cuando hablamos de cuidar la casa común que es el planeta, acudimos a ese
mínimo de conciencia universal y de preocupación por el cuidado mutuo que todavía
puede quedar en las personas” (FT 117). Invitación que hace expresa en su
conocida encíclica Laudato Si’ del año 2015, donde se propone una ecología
integral en la que se abarque los aspectos ambientales, sociales,
económicos y culturales, es decir, una conversión profunda en la forma en que
vivimos y nos relacionamos con el mundo y con los demás.
Fratelli Tutti
nos exhorta a permanecer firmes en la riqueza cultural que representa la
memoria viva de nuestra historia: haciendo una correcta lectura crítica desde
los pueblos y no desde los poderosos de turno. La encíclica denuncia el
deconstruccionismo histórico a partir del cual se busca construir desde cero,
ignorando la historia y predicando un futuro incierto y vacío, dejando en claro
que son las nuevas formas de colonialismo cultural.
Es de destacar que Francisco continuó la línea
magisterial de sus predecesores, por ejemplo, Juan Pablo II quien en su
carta encíclica Evangelium vitae denuncia y condena “la cultura de la
muerte” como una mentalidad que atenta contra la vida humana y exhorta a
respetar los derechos de la persona. También Benedicto XVI quien denuncia el
“relativismo cultural” en el que se niega la verdad objetiva conduciendo a una
crisis de la moral y la razón. Como decíamos, Francisco retomó estos
pensamientos y los profundizó acuñando la noción de “cultura del descarte” como
un modelo de exclusión social y ambiental. En América Latina tenemos el desafío
de seguir conociendo y reconociéndonos en el legado y la riqueza de la
diversidad cultural, en el compromiso de la integración a fin de seguir
creciendo en el bien común, la solidaridad y reciprocidad que promueven la
cultura de la vida, la armonía con la naturaleza, el esfuerzo por encontrar la
verdad en la caridad y contrarrestar la lógica del consumismo y del desprecio
hacia los más débiles.
La inclusión o la
exclusión de la persona que sufre al costado del camino define todos los
proyectos económicos, políticos, sociales y religiosos (FT 69). Una de las cosas que atenta directamente contra la
inclusión de los pueblos es la persecución directa que muchas veces se hace
desde los Estados a las personas migrantes, sin considerar por un momento
siquiera los peligros a los que están expuestos entre los que se cuentan la indocumentación,
la soledad y el distanciamiento familiar, el acoso, la xenofobia, el acceso a
servicios básicos, etc. Cabe recordar en este sentido las palabras de Papa
cuando nos recuerda que
“El mundo existe para
todos, porque todos los seres humanos nacemos en esta tierra con la misma
dignidad. Las diferencias de color, religión, capacidades, lugar de
nacimiento, lugar de residencia y tantas otras no pueden anteponerse o
utilizarse para justificar los privilegios de unos sobre los derechos de todos.
Por consiguiente, como comunidad estamos conminados a garantizar que cada
persona viva con dignidad y tenga oportunidades adecuadas a su desarrollo
integral” (FT 118).
En palabras del mismo Papa Francisco “Nunca se dirá que no son humanos, pero, en
la práctica, con las decisiones y el modo de tratarlos, se expresa que se los
considera menos valiosos, menos importantes, menos humanos. Es inaceptable que
los cristianos compartan esta mentalidad y estas actitudes, haciendo prevalecer
a veces ciertas preferencias políticas por encima de hondas convicciones de la
propia fe: la inalienable dignidad de cada persona humana más allá de su
origen, color o religión, y la ley suprema del amor fraterno” (FT 39). O
como dirá más adelante, “frente a la
tentación de las primeras comunidades cristianas de crear grupos cerrados y
aislados, San Pablo exhortaba a sus discípulos a tener caridad entre ellos «y
con todos» (1 Ts 3,12), y en la comunidad de Juan se pedía que los
hermanos fueran bien recibidos, «incluso los que están de paso» (3 Jn 5)…
Amor que nos permite construir una gran familia donde todos podamos sentirnos
en casa. […] Amor que sabe de compasión y de dignidad” (Cfr. FT 62)
El Papa nos invita a una creativa integración y apertura, sin dejarnos
condicionar por los miedos y con los riesgos inherentes de caer en la cerrazón,
la intolerancia y el racismo. Esta propuesta del Papa Francisco, hijo dilecto
de América Latina, resulta un llamado a la justicia social y a la paz, con
deseo y espíritu de integración en la fraternidad regional y la construcción de
la Patria grande que soñaron nuestros próceres. Y en hechos concretos el Pontífice
invita a considerar para quienes ya
hace tiempo que han llegado y participan del tejido social, el poder aplicar el
concepto de “ciudadanía”, que se basa en la igualdad de derechos y
deberes bajo cuya protección todos disfrutan de la justicia… (Cf. FT 131).
Otro punto iluminador de la encíclica se refiere,
según nuestro parecer, a la crítica que podemos hacer de los grandes
monopolios de comunicación, a quienes les abrimos diariamente las puertas
de nuestros hogares y terminan por traicionar los principios de una prensa
objetiva, neutral, desinteresada que por el contrario terminan siendo serviles
a los intereses de los grandes poderes concentrados que buscan manipular la
opinión pública con discursos cargados de odio y agresividad. En este sentido
nos sugiere Fratelli Tutti que la verdadera sabiduría supone el encuentro con la realidad: “el cúmulo abrumador de información que nos inunda no significa
más sabiduría. La sabiduría no se fabrica con búsquedas ansiosas por internet,
ni es una sumatoria de información cuya veracidad no está asegurada. De ese
modo no se madura en el encuentro con la verdad. Las conversaciones finalmente
sólo giran en torno a los últimos datos, son meramente horizontales y
acumulativas. Pero no se presta una detenida atención y no se penetra en el
corazón de la vida, no se reconoce lo que es esencial para darle un sentido a
la existencia. Así, la libertad es una ilusión que nos venden y que se confunde
con la libertad de navegar frente a una pantalla. El problema es que un camino
de fraternidad, local y universal, sólo puede ser recorrido por espíritus
libres y dispuestos a encuentros reales” (FT 50).
Monopolios de comunicación que en ocasiones están
también rastreramente al servicio de ambiciones individuales o de políticas
saqueadoras de los Estados y optan ventajosamente por mirar hacia otro lado: “Se cierra el círculo entre los que usan y
engañan a la sociedad para esquilmarla, y los que creen mantener la pureza en
su función crítica, pero al mismo tiempo viven de ese sistema y de sus
recursos. Hay una triste hipocresía cuando la impunidad del delito, del uso de
las instituciones para el provecho personal o corporativo y otros males que no
logramos desterrar, se unen a una permanente descalificación de todo, a la
constante siembra de sospecha que hace cundir la desconfianza y la perplejidad”
(FT 75). La corrupción en la mayoría de nuestros Estados
latinoamericanos es el cáncer que avanza y destruye lo que se le atraviesa, eso
sí, con discursos enarbolados de democracia… Mientras que por otro lado se
incorporan y construyen enemigos virtuales como supuestos periodistas “ensobrados”,
la Iglesia “genocida”, la “casta” política, etc., que ayudan a sostener
discursos de confrontación. Ante esto, el Papa Francisco invita a dar respuesta
desde un compromiso personal y nos incentiva a trabajar en un “nosotros”
que lejos de las mezquindades y los resentimientos, piense en los más débiles:
“Todos tenemos responsabilidad sobre
el herido que es el pueblo mismo y todos los pueblos de la tierra. Cuidemos la
fragilidad de cada hombre, de cada mujer, de cada niño y de cada anciano, con
esa actitud solidaria y atenta, la actitud de proximidad del buen samaritano”
(FT 79).
Por todo lo dicho, debemos pensar en una
educación fundada en valores. Debemos elevar nuestra mirada a lo que nos
trasciende, a la búsqueda de lo bueno, de lo bello y de lo verdadero. El Santo
Padre nos invita a que volvamos a promover
el bien, para nosotros mismos y para toda la humanidad, y así caminaremos
juntos hacia un desarrollo genuino e integral. Cada sociedad necesita asegurar
que los valores se transmitan, porque si esto no sucede se difunde el egoísmo,
la violencia, la corrupción en sus diversas formas, la indiferencia y, en
definitiva, una vida cerrada a toda trascendencia y clausurada en intereses
individuales (FT 113). Hoy en día las ideologías han penetrado nuestros hogares
a través de las pantallas, pero también lo han hecho en los centros educativos con
visiones antropológicas reduccionistas que buscan distorsionar la visión
integral del ser humano en cuanto ser bio-psico-socio-espiritual.
Algunas de estas
ideologías son mencionadas expresamente por Francisco: por un lado, los populismos
insanos que instrumentalizan la cultura de los pueblos a modo de manipulación
emocional, fomentan la polarización social y juegan con la ilusión de las
personas prometiendo irresponsablemente políticas públicas muy difíciles de
conseguir (Desarrollado en FT 156-162). Y, por otro lado, el liberalismo
(y sus derivados) con su visión individualista excesiva y el fomento del
consumismo desmedido sin considerar, por ejemplo, el impacto ambiental y la
explotación excesiva de los recursos naturales (desarrollado en FT 163-169).[1]
Frente a tales ideologías enfatizó la necesidad de recuperar el sustantivo pueblo
y el adjetivo popular (FT 157), necesarios para una “mejor política” (FT,
Capítulo 5).
Todo esto es cierto,
pero como peregrinos de esperanza recordemos que, inspirado en il poverello
de Asís, llamado el alter Christus, Francisco nos propuso “una forma de vida sabor a Evangelio” (FT 1). Como
sabemos (el nombre mismo de la encíclica es elocuente al respecto), la
fraternidad y la amistad social es para vivirla, desde la ética del buen samaritano, con “¡todos,
todos, todos!”
(*) Licenciado en Educación
Religiosa. Profesor de Filosofía y Cs. Sagradas.
E-mail: carloscabalero@gmail.com
[1] Este tema
lo trabajamos más ampliamente en otro artículo denominado “El orden
político: naturaleza y fin” que lo pueden encontrar en el siguiente enlace https://ruinaytemplo.blogspot.com/2024/12/el-orden-politico-naturaleza-y-fin.html
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