EL ORDEN POLÍTICO: NATURALEZA Y FIN

 


Por Carlos Ezequiel Cabalero (*)

 

1.  Introducción general

     En el presente trabajo intentaremos profundizar acerca del orden político desde la perspectiva del magisterio de la Iglesia en su doctrina social.  Partiremos planteando la visión antropológica, para adentrarnos inmediatamente en el orden natural y su naturaleza social y por tanto política, para concluir en el bien común como fin.

Luego analizaremos el elemento de la autoridad como causa eficiente, su origen, necesidad y fin. Así como también el rol e importancia de los grupos intermedios en la sociedad.

Continuaremos analizando el rol del Estado como garante de derechos, subsidiario y la participación ciudadana como clave para la vida democrática.

Al final, ofreceremos una lectura acerca de las ideologías más preponderantes de la actualidad y sus reduccionismos, para concluir en una reflexión acerca de la relación de las finalidades del poder político y de la Iglesia.

 

1.   Visión antropológica

Desde una perspectiva cristiana podemos tener una visión integral del ser humano: la persona humana creada a imagen y semejanza de Dios (su origen y fin), está dotada de dignidad intrínseca y llamada a la comunión con Dios y con los demás, aspirando a la santidad

Es única e irrepetible, posee libertad y responsabilidad moral, y está destinada a buscar la verdad, el amor y la realización plena en comunidad: todo esto se da porque estamos dotados además de los instintos de inteligencia y voluntad, es decir aquello que nos distingue del alma sensible y hace a nuestra vida espiritual. 

Como ya mencionamos, la revelación divina ofrece una comprensión integral del ser humano ya que estamos llamados a vivir en armonía con Dios, con nosotros mismos, con los demás y con la creación. Esto se refleja en la Doctrina Social de la Iglesia (DSI), al promover por ejemplo la dignidad humana, la justicia, la solidaridad y el cuidado de los más vulnerables.

 

1.1.              El orden natural

Santo Tomás de Aquino definía el orden como la unidad resultante de la conveniente disposición de muchas cosas. Se reconoce así un orden intrínseco y armonioso establecido por Dios en la creación natural y sobrenatural. Este orden natural se considera parte del diseño divino, que rige tanto el cosmos como la conducta humana y tiende metafísicamente a la unidad en Dios.

En el contexto de la ética y la moral católica, el orden natural se refiere a un conjunto de principios morales y normas éticas que se consideran inherentes a la naturaleza humana y al orden creado por Dios. Este orden es anterior a la vida humana, por lo que su actitud debe ser de acatamiento: así el ser humano está llamado a ser guardián del orden. Si éste lo defiende, esto repercute positivamente en su naturaleza, de lo contrario se genera una violencia que repercutirá negativamente en el mismo. Estos principios éticos están arraigados en la razón y en la ley divina, y se consideran universales e inmutables. La enseñanza sobre el orden natural abarca diversos aspectos de la vida humana, incluyendo la dignidad de la persona, el valor de la familia, la importancia de la justicia y la solidaridad, así como la protección de la vida humana desde su concepción hasta su fin natural.

 

1.2.              Ser social

No existe otro ser viviente tan indefenso e incapaz como el ser humano para asegurar su subsistencia, desde que nacemos necesitamos durante años de otros para crecer y sobrevivir. Esta indigencia radical del ser humano es un argumento fundamental acerca de la naturaleza social.

Además, es un ser social porque su naturaleza está intrínsecamente orientada hacia la comunión y la solidaridad con los demás, podemos pensarlo, por ejemplo, desde la misma necesidad de unidad-relación en la transmisión de la vida. Dios creó a los seres humanos para vivir en relación de unos con otros, reflejando así la imagen de Dios como comunión trinitaria.

La persona humana alcanza su pleno desarrollo y realización a través de la participación en la vida comunitaria, tanto en el ámbito familiar como en la sociedad en general y que queda de manifiesto en la perfección personal ya sea por el bienestar material, la perfección intelectual y moral.

Somos seres sociales por naturaleza, lo que significa que estamos llamados a vivir en solidaridad con los más vulnerables, a trabajar por el bien común y a promover la justicia y la paz, a la vez que dependemos de la convivencia con los demás.

 

1.3.              Ser político

Estamos llamados a participar activamente en la vida de la sociedad, contribuyendo al bien común y al desarrollo integral de la comunidad: No se trata de la mera reunión física de los diferentes actores de una sociedad sino un conjunto de acciones comunes.

La participación política es una expresión concreta del mandato moral de amar al prójimo y buscar el bien común. Los individuos tenemos el deber y el derecho de involucrarnos en la vida política para promover el bienestar de todos, especialmente de los más necesitados.

Aristóteles al plantear las cuatro causas nos ayuda a definir los principios esenciales de la vida política. Dependiendo lo que se defina en estas cuatro causas, de alguna manera se estará delimitando nuestra propia visión de la política, por lo que podemos decir resumidamente que, desde una visión cristiana la causa material (de lo que está hecho) de la vida política serán las acciones comunes. La causa formal (lo que hace que una cosa sea lo que es) será el orden. La causa eficiente principal (aquella por cuya acción algo existe) es la autoridad, mientras que la causa eficiente subordinada serán los individuos. Y la causa final (hacia lo cual obra la causa eficiente) será en bien común.

 

1.4.              Bien común

La comunidad tiene el derecho y obligación de obrar y exigir tanto cuanto requiere para alcanzar el bien común, es decir, cuando intenta y realiza aquello para lo que existe. Ya que es la idea clave de todo pensamiento político en tanto conforme al orden natural y fin mismo de la sociedad política (En ocasiones puede entenderse de manera más amplia como el conjunto de condiciones sociales, económicas, políticas y culturales que permiten a las personas alcanzar su pleno desarrollo y realización como seres humanos).

Existe una diferencia de naturaleza entre el bien común, el bien individual (el cual no puede ser poseído más que por una persona) o el bien colectivo (una ruta). Es importante aclarar que el bien común no se limita al bienestar individual, sino que abarca el bienestar de toda la comunidad y de la sociedad en su conjunto, por ejemplo, con el acceso a la educación, la atención médica, el trabajo digno, la vivienda adecuada, la justicia social, la protección del medio ambiente, etc. Podemos entender así al bien común como “bien moral”. Algunos autores coinciden en unificar el bien común con los frutos de la paz.

El bien común requiere la participación activa y responsable de todos los miembros de la sociedad, así como el compromiso de las autoridades públicas y de las instituciones en la promoción del bienestar de todos.

 

2.   Autoridad

Como definición aproximada podemos entenderlo como la persona que conduce a otros a un fin determinado. Aristóteles dirá que en toda realidad compleja (es decir compuesta de partes) debe existir un elemento capaz de asegurar la unidad y cohesión entre las partes. Así, se entiende que no cualquier persona está dotada de idoneidad y rectitud moral para ejercer el poder público en orden a procurar el bien común.

 

 

3.1.    Origen y función

 

La autoridad política tiene su origen en la voluntad de Dios, y su función es promover el bien común y el desarrollo integral de la sociedad. La autoridad política, en este contexto, se considera un servicio a la comunidad, basado en la justicia y el respeto por la dignidad humana. La autoridad política no es un fin en sí misma, sino un medio para alcanzar el bien común. Los líderes políticos deben actuar con humildad y servicio, reconociendo que su poder emana de Dios y que están llamados a rendir cuentas por sus acciones ante Él y ante la sociedad. Se entiende que la comunidad necesita de dirección, a la cual incumbe descubrir y determinar las exigencias del bien común e imponerlas a los miembros de la comunidad. Este principio es consecuencia lógica del principio del bien común, pues en este encuentra su justificación la autoridad.

 

3.2.    Sometida al orden moral

Dicha autoridad política debe estar sometida al orden moral porque el ejercicio del poder político debe estar en consonancia con la ley natural y moral, que emanan de la voluntad divina y buscan el bien común y la dignidad humana. La autoridad política, al estar sujeta al orden moral, se compromete a promover la justicia, el respeto por los derechos humanos, la solidaridad y el bienestar integral de la sociedad.

Este origen en Dios se sustenta desde el mismo orden natural, ya que como dijimos el ser humano tiende a la vida social para su perfección y mientras más compleja sea la sociedad, más necesidad de autoridad tendrá; por tanto, la autoridad forma parte del plan de Dios.

Se proporciona así un marco ético para el ejercicio del poder político, garantizando que las decisiones y acciones de los gobernantes estén orientadas hacia el bien común y respeten la dignidad de todas las personas, evitando el abuso de poder y procurando el desarrollo integral de la comunidad.

 

3.3.    Los grupos intermedios

Llamamos grupos intermedios a las asociaciones, instituciones y comunidades que se sitúan entre el individuo o la familia en cuanto primer núcleo de la sociedad y el Estado, desempeñando un papel fundamental en la vida social, económica y política: los mismos deben contar con un reconocimiento real de su autonomía ya que desde sus lugares contribuyen al bien común. Estos grupos intermedios incluyen, entre otros, instituciones escolares, sindicatos, asociaciones profesionales, empresas, comercios, cooperativas, comunidades religiosas y culturales, etc.

Estos resultan importantes como mediadores entre el individuo y el Estado, ya que contribuyen a la promoción del bien común, la solidaridad y la participación ciudadana. Estas asociaciones e instituciones tienen un papel crucial en la protección de los intereses de sus miembros, en la defensa de los derechos humanos, la prestación de servicios sociales, la promoción de la justicia y el fortalecimiento de la vida comunitaria.

Tienen una función de carácter educativo para con sus miembros: en ellos se desarrollan hábitos morales, tradiciones, etc. Además, estos grupos desempeñan una función de control social sobre el poder político y económico, promoviendo el pluralismo, la diversidad y la participación democrática, ya que de estos grupos surgen los dirigentes que aseguran la competencia y experiencia para la vida democrática.

 

4.       El Estado

4.1.    Su función

El Estado debe cumplir diversas funciones orientadas hacia el bien común y el desarrollo integral de la sociedad. Entre las principales funciones se destacan:

Promover el bien común

Garantizar la justicia y los derechos fundamentales

Fomentar la solidaridad y subsidiariedad

Garantizar el orden social y la seguridad

Promover el desarrollo integral

Es conveniente diferenciar entre la función de gobernar, esto es, favorecer al máximo las iniciativas públicas y privadas que contribuyan al bien común de la función de administrar, esto es organizar las distintas tareas. El gobernante no debe descuidar sus tareas para convertirse en un mero administrador de las cosas públicas.

En otras palabras, el Estado de ayudar a hacer… Estas funciones deben llevarse a cabo con respeto a la dignidad humana y en colaboración con otros actores sociales, como las instituciones intermedias y de cada sector de la sociedad civil.

 

4.2.    Su soberanía política

La soberanía política del Estado es importante por varias razones fundamentales, que se relacionan con la promoción del bien común y el respeto a la dignidad humana. En sí puede ser un término confuso si lo asociamos por ejemplo con la idea del soberano, es decir el gobernante que está por encima del pueblo.

Rousseau lo aplica al pueblo (la voluntad del pueblo) y así entendido los gobernantes son los delegados para aplicar las decisiones del pueblo. Esta hipótesis de pueblo soberano en la práctica resulta imposible si consideramos justamente la idea del poder en cuanto que está ordenado al gobierno de la sociedad y en este sentido la multitud es inepta para gobernarse, entendiendo que tendría que mandarse y obedecerse a sí misma.

 

4.3.    La subsidiaridad

Todas las sociedades de orden superior deben ponerse en una actitud de ayuda (del latín subsidium: apoyo, promoción, desarrollo, suplencia) respecto a las menores. Toda actividad social, es por esencia, subsidiaria: debe servir de apoyo a los miembros de la sociedad sin absorberlos ni destruirlos.

Promueve la organización de la sociedad de manera que se respete la dignidad, la libertad y la responsabilidad de las personas y las comunidades, reconociendo las iniciativas y competencias propias. Se fundamenta en el principio de que las decisiones deben tomarse a nivel más cercano a los individuos, siempre que sea posible, y que las instancias superiores solo deben intervenir cuando las instancias inferiores no puedan lograr el bien común por sí solas, colocando al egoísmo individualista al servicio del bien común.

- Respeto a la dignidad humana: Al permitir que las decisiones se tomen a nivel local, se reconoce y respeta la capacidad de las personas y las comunidades para ejercer su autonomía y responsabilidad en asuntos que les conciernen directamente.

- Promoción de la participación y responsabilidad: La subsidiaridad fomenta la “participación activa” de las personas y comunidades en la toma de decisiones que afectan sus vidas, lo que a su vez promueve un mayor sentido de responsabilidad y compromiso cívico.

- Desarrollo integral: Al delegar responsabilidades a niveles más cercanos a los ciudadanos, se busca favorecer un desarrollo integral que atienda las necesidades específicas de cada comunidad, reconociendo su diversidad y singularidad.

- Limitación del poder estatal: La subsidiaridad actúa como un freno al poder estatal excesivo, evitando la concentración excesiva de autoridad en manos del Estado y favoreciendo un equilibrio entre las diferentes esferas de la sociedad.

 

4.4.    Participación

La participación puede darse en los individuos de manera activa (por ejemplo, tomando parte en las decisiones), o de manera pasiva (por ejemplo, estando informado de lo que sucede en la vida política).

La participación es una consecuencia de la subsidiaridad. Consiste en una serie de actividades en las que el ciudadano contribuye a la vida cultural, económica, política y social de la comunidad civil a la que pertenece. Es un deber que todos debemos cumplir conscientemente, en modo responsable y con vistas al bien común. La importancia de la participación política reside en:

-     La promoción de la dignidad humana: el derecho ciudadano a contribuir en la toma de decisiones que afectan su vida y el funcionamiento de la sociedad, reconociendo su capacidad para aportar al bien común.

-     Fortalecimiento de la democracia: fortalece los sistemas democráticos al garantizar que las voces de los ciudadanos sean escuchadas y consideradas en la formulación de políticas y en la elección de representantes.

-     Responsabilidad y transparencia: fomenta la rendición de cuentas por parte de los gobernantes y funcionarios públicos, ya que los ciudadanos tienen la oportunidad de exigir transparencia y responsabilidad en la gestión del Estado.

-     Pluralismo y diversidad: La participación política promueve el reconocimiento y respeto por la diversidad de opiniones, creencias y valores dentro de la sociedad, contribuyendo a un diálogo constructivo y a la búsqueda de consensos que reflejen la pluralidad existente.

-     Promoción del bien común: permite que se tomen decisiones orientadas al bien común, considerando las necesidades e intereses diversos presentes en la sociedad.

 

5.   Ideologías políticas

Cuando hablamos de Ideologías nos referimos aquí a ciertos pensamientos reduccionistas del ser humano que buscan de hacerse con el poder para imponerse con la fuerza del estado.

La doctrina social de la Iglesia busca promover un diálogo constructivo con todas las corrientes políticas y económicas, enfatizando la importancia de poner a la persona humana y su dignidad en el centro de todas las actividades sociales y económicas. Aquí intentamos presentar de manera práctica las que consideramos ideologías vigentes más relevantes.

 

5.1.    Liberalismo-capitalismo

Marcaremos algunos puntos esenciales sobre los cuales la Iglesia se ha manifestado:

-     La idea de libertad como fin en sí mismo: como diría Leonardo Castellani, la libertad no es un fin sino un medio/instrumento para la perfección humana.

-     Individualismo excesivo: el cual puede llevar a la fragmentación de la sociedad y descuidar la dimensión comunitaria de la vida humana.

-     Subjetivismo moral: niega cualquier orden de valores, el derecho natural y la ley divina. Propone una moral autónoma donde no se reconoce más normas que las propias y donde el derecho se independiza de la moral (positivismo jurídico).

-     Desigualdad económica: La concentración desproporcionada de riqueza y poder en manos de unos pocos, junto con la falta de regulación efectiva, pueden resultar en desigualdades injustas y en la marginación de los más vulnerables. Considera al estado como institución dictatorial y lo reduce a custodio de la vida, la libertad y la propiedad.

-     Materialismo y consumismo: pueden llevar a una visión reduccionista de la persona humana, centrada únicamente en el bienestar material y el éxito económico. Considera a la propiedad privada como derecho absoluto y sin ninguna función social.

-     Impacto ambiental: La Iglesia aboga por una visión más integral del desarrollo sostenible ante la explotación desmedida de los recursos naturales y la falta de consideración por el cuidado del medio ambiente.

En cuanto al Capitalismo podemos entenderlo en dos sentidos: uno positivo que es el capitalismo industrial, el cual ha proporcionado organización del trabajo, progreso, desarrollo y aumento de los bienes y servicios. Y el capitalismo liberal, que en cuanto ideología fomenta el espíritu de lucro y el sometimiento de la persona humana a lo económico. Dicho esto, podemos aclarar que la Iglesia ha condenado a la ideología liberal y no así al capitalismo.

 

5.2.    Comunismo y socialismos

Marcaremos algunos puntos esenciales sobre los cuales la Iglesia se ha manifestado:

-     Materialismo dialéctico: podríamos decir que es la propuesta de cosmovisión marxista. Todo se reduce a la materia, es decir un constante conflicto de fuerzas. Este discurso resulta incoherente ya que no explica, por ejemplo, el surgimiento de la vida sensible y mucho menos de la vida racional. Esto ha sido objeto de crítica por parte de la Iglesia, que defiende una visión integral del ser humano que incluye tanto su dimensión material como espiritual.

-     Restricción de la libertad: tendencia a restringir la libertad de expresión, de asociación y de religión, así como por su historial de represión política y limitación de los derechos individuales.

-     Desprecio por la propiedad privada: el derecho a la propiedad privada es un medio para el desarrollo personal y familiar, así como para contribuir al bien común. El comunismo, en su forma histórica, ha sido criticado por su enfoque en la abolición de la propiedad privada, lo que puede tener implicaciones negativas para la iniciativa individual y el desarrollo económico.

-     Ataque a la dignidad humana: La doctrina social de la Iglesia critica al comunismo por su historial de violaciones a los derechos humanos, represión política y falta de reconocimiento de la dignidad intrínseca de cada persona.

-     Subsidiariedad: La doctrina social de la Iglesia promueve el principio de subsidiariedad, que establece que las decisiones deben tomarse a nivel más cercano a las personas afectadas. Algunas formas de socialismo, al dar un papel preponderante al Estado en la planificación y regulación económica, pueden ser criticadas por no respetar adecuadamente este principio.

 

5.3.    Populismos: de derecha e izquierda

Recientemente el Papa Francisco ha atendido puntualmente este tema en el capítulo 5 de la Encíclica Fratelli Tutti. Aquí simplemente marcaremos algunos puntos esenciales sobre los cuales la Iglesia se ha manifestado acerca de los populismos insanos:

-     Manipulación emocional: Instrumentalizar políticamente la cultura del pueblo. Apelar a las emociones y las percepciones populares en lugar de basarse en argumentos racionales y en el bien común. Es importante tomar decisiones informadas y racionales que promuevan el bienestar de todos los miembros de la sociedad.

-     Polarización y división: Los movimientos populistas a menudo tienden a polarizar la sociedad, fomentando la confrontación entre diferentes grupos y generando divisiones que pueden obstaculizar la búsqueda del bien común.

-     Promesas irrealizables: Recurrir al inmediatismo para garantizar votos, aprobación y perpetración en el poder. A menudo hacen promesas que son difíciles o imposibles de cumplir, lo que puede generar desilusión y desconfianza en el sistema político. La Iglesia aboga por la honestidad, la transparencia y la responsabilidad en la formulación de políticas públicas.

-     Falta de respeto a los derechos humanos: En algunos casos, han sido criticados por su falta de respeto a los derechos humanos fundamentales, incluyendo la libertad religiosa, la libertad de expresión y otros derechos civiles.

 

6.       La Iglesia y la política

Tanto uno como el otro tienen sus respectivos fines (orden temporal y orden sobrenatural). Cada una ha de gozar de Autonomía en orden a su realización propia. Sin embargo, en lo concreto se dan situaciones donde, tanto el Estado como la iglesia buscan regular y orientar sus decisiones dando lugar a los conflictos. Por ejemplo, en ámbitos como la familia, la educación, el trabajo, el culto, etc.

La teóloga Emilce Cuda reflexionando al respecto opinaba que

 “En ciertos ambientes existe una imagen equívoca de la Iglesia como enemiga de lo político. Por el contrario, valiéndonos de la célebre distinción de San Agustín, podemos afirmar que la ciudad terrena es fin de la pastoral social y condición de la ciudad celeste, ya que para el catolicismo el hombre es un animal social/político, imagen del Dios vivo encarnado en Jesús de Nazaret y, por consiguiente, todo lo humano lo interpela al compromiso y la acción en el mundo y por los otros, los prójimos” (Cuda, 98: 2023).

 

Al decir de Santo Tomás, lo imperfecto se ordena a lo perfecto (el cuerpo al alma, la naturaleza a la gracia, lo temporal a lo eterno) así el Estado debe ordenarse a la Iglesia. No puede haber una doble verdad, un orden en lo temporal que se contradiga con las verdades del orden sobrenatural. Por eso resulta imprescindible los esfuerzos por conseguir una armonía, la cual es fruto de legislaciones justas. Un punto en común, sobre la cual se pueden plantear las bases comunes y es tarea de todos para seguir creciendo (tanto del poder político como de la Iglesia), es la reflexión y defensa de los Derechos Humanos que por definición son derechos universales, inherentes a todos nosotros, con independencia de la nacionalidad, sexo, origen étnico o nacional, color, religión, idioma o cualquier otra condición.

 

(Arriba: “La felicidad pública”, obra de Corrado Giaquinto)


(*) Licenciado en Teología y Profesor de Filosofía. Docente de nivel Superior.

E-mail: carloscabalero@gmail.com

 

BIBLIOGRAFÍA

- Ayllón J., Fernández, A. (2010) Ética, Bilbao, Casals.

- Cuda, E. (2023) “La participación como fundamento de la democracia integral. Análisis desde el diálogo entre el Magisterio de la Iglesia y la Teoría Política Posfundacional”, en: Estado y Políticas Públicas; Año XI, N° 20, Bs, As., FLACSO.

- Castellani, L., (1976) La esencia del liberalismo, Bs. As., Ediciones Dictio.

- Corbelli, P. (2002) Doctrina Social de la Iglesia: Una síntesis para todos, Bs. As., Ed. Claretiana.

- Francisco, Fratelli Tutti, en:

https://www.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals/documents/papa-francesco_20201003_enciclica-fratelli-tutti.html

- Iriarte, G. (1986) La enseñanza social del Evangelio, Bogotá, CLAR.

- Juan XXIII, Pacem in Terris, en:

https://www.vatican.va/content/john-xxiii/es/encyclicals/documents/hf_j-xxiii_enc_11041963_pacem.html

- Morelli, M. (2020) Módulo de Estudio Licenciatura en Educación Religiosa. Doctrina Social de la Iglesia, Mar del Plata: Universidad FASTA.

- AA.VV. (1998) Nueva Biblia de Jerusalén, Bilbao, Desclée de Brouwer.

- Ratzinger, J. (2002) Nota Doctrinal, en:

https://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_20021124_politica_sp.html

- Sacheri, A. (2008) El orden natural, Bs. As., Vórtice.

- Pontificio consejo de Justicia y Paz (2005) Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, Bs. As., CEA.

 

 

Comentarios