Dilexi Te: memoria, presencia y profecía para organizar el amor
Por
Aníbal Torres (*)
Nos
encontramos esta tarde[1]
para presentar la Exhortación Apostólica Dilexi Te. Según lo que me ha
sido encomendado, abordaré el primer capítulo. No obstante, diré también algunas
cosas sobre los tres primeros números del documento. Esta breve presentación
está organizada según la concepción cristiana del tiempo, es decir, el antes,
el ahora y el después, pues sabemos que el Reino de Dios “ya” está presente “pero
todavía no” está consumado.[2]
Memoria
agradecida y memoria de las víctimas
Como
es usual en los documentos del Magisterio Pontificio, el texto toma su nombre
de las primeras palabras del mismo. En este sentido, utilizando una expresión
del libro del Apocalipsis, que, como suele aconsejarse, debe ser leído en clave
de esperanza, Dios nos dice a todos, especialmente a los pobres: “te he amado”.
De entrada, entonces, se nos invita a hacer memoria del amor divino por la
humanidad, como lo canta María ante su prima Isabel (DT 1), amor que ha quedado
expresado de manera radical en la entrega de Jesús en la Cruz, con su corazón
traspasado (DT 2). En tiempos donde cada uno se cree causa de sí mismo, nos
hace bien recordar cómo Dios nos “primerea”, y nos “primerea” en el amor.
También,
en Dilexi Te se hace memoria del querido Papa Francisco, puesto que,
según se nos dice, fue él quien en realidad estaba preparando este documento. “No
es fácil ser Papa luego de Francisco”, dice el historiador Diego Mauro,[3]
y es verdad. Pero por el hecho mismo de que el Papa León XIV publicara el
texto, con sus agregados, podemos hablar de una continuidad dinámica no
sólo en la Doctrina Social de la Iglesia, en general, sino entre los Pastores
de la Iglesia, en particular. En efecto, estamos, por segunda vez en la
historia del Magisterio Pontificio, ante un documento escrito a cuatro manos
(DT 3).[4]
Es
interesante ver cómo en el primer Capítulo, que lleva por título “Algunas
palabras indispensables”, se hace memoria de algunos hitos en la vida del santo
pueblo fiel de Dios, sea en la unción de Jesús con el perfume derramado por la
mujer (DT 4), sea en el caso paradigmático de la santidad cristiana, como fue
Francisco de Asís (DT 6), sea en el acontecimiento eclesial del siglo XX, el
Sacrosanto Concilio Vaticano II, y su espiritualidad del “Buen Samaritano”,
según la formulación de San Pablo VI en la solemne clausura, de la cual se
cumplen 60 años (DT 7).
Pero
esta memoria es también de los hechos dolorosos, dramáticos, a lo largo de la
historia, cuya ambigüedad entre gravedad y gracia[5]
(otra forma de decir entre pecado y gracia) amerita ser discernida. En este
sentido, en Dilexi Te se nos dice que Dios no es indiferente a “el grito
de los pobres”, con la alusión expresa al encuentro de Moisés con el Dios
liberador que le habló en la zarza ardiente (DT 8). También se recoge el clamor
de tantas víctimas inocentes, vulneradas en su infinita dignidad humana, como
los sufrimientos de los migrantes y refugiados. En este sentido, es
significativo el recuerdo para el niño Aylan Kurdi, víctima fatal de una
economía que descarta y mata, y que el mundo conoció a través de la impactante
y triste foto de su cuerpito sin vida, tendido boca abajo, en la costa de
Turquía a orillas del mar Mediterráneo (DT 11). Y también se evocan los
padecimientos de tantas mujeres pobres (DT 12). En todos ellos está Cristo
mismo, “bajo un angustioso disfraz”, como decía la Madre Teresa desde una “mística
de los ojos abiertos”.[6]
Un
presente desafiante
En
Dilexi Te además se denuncia no sólo la persistencia de los pobres, sino
de la pobreza y de cómo ésta adquiere diferentes expresiones (DT 9). En línea
con lo que desde el pensamiento secular hace tiempo se viene expresando, la
Iglesia, a través del Santo Padre, advierte enfáticamente las causas sociales y
estructurales de la pobreza, renovando el llamado para su resolución ante
respuestas ineficaces desde el ámbito político (DT 10). El Papa es consciente
que para esto hace falta un cambio de mentalidad que revierta la cultura del
descarte (DT 11) y que, hablando a los creyentes, lleve a purificarnos de
“prejuicios ideológicos”, como la meritocracia, el fatalismo y las ideologías
mundanas que, de una forma u otra, terminan justificando sistemas injustos,
verdaderas estructuras de pecado (DT 13, 14, 15). Por eso, una vez más, la
Iglesia, a través de León XIV, repone la propuesta del “desarrollo humano
integral” (DT 13), que es “el nuevo nombre de la paz” (Populorum Progressio
76).
Una
voz profética que tiende a cerrar una discusión
Cuando
hablamos de profecía, en términos judeo-cristianos, nos referimos a anuncio y
denuncia, a protesta y propuesta. Entiendo que, en el sendero abierto por las
Sagradas Escrituras, la Tradición viva de la Iglesia, los santos y santas, y el
Magisterio Social Pontificio, Dilexi Te se nutre de esa sabia para
crecer hacia lo alto, sin perder las raíces. Se trata del criterio de San
Vicente de Lérins sobre el armonioso progreso de la doctrina de la Iglesia, que
Francisco tanto gustaba citar.[7]
El Reino de Dios, que San Pablo entendía como Reino “de justicia, paz y gozo en
el Espíritu Santo”, demanda no bajar los brazos ante la compleja situación de
crisis socio-ambiental de la Casa Común y por eso urge reponer la justicia
social (Cf. Laudato Si’ 139 y 49; Quadragesimo anno, 88). Culmino
esta breve intervención con una pequeña historia que une el pasado, el presente
y nos proyecta con esperanza hacia el futuro:
En
2003 o 2004 (no hay certeza en la fecha; historia y memoria no siempre
coinciden), Robert Francis Prevost, entonces Superior General de los Agustinos,
visitó la comunidad que la Orden tenía por entonces en Rosario. Me refiero a la
iglesia del Pilar, de calle Colón. Según recuerdan algunos, pasó la noche allí,
y celebró la Misa. Es difícil no pensar que no se haya detenido ante la imagen
de San Agustín que está en el lado derecho de la nave central de dicha iglesia,
junto a las imágenes de su madre, Santa Mónica (que hoy llora por tantos
jóvenes y niños víctimas del narco y la pobreza), y de San Juan Evangelista.
Más de 20 años después de aquella visita, aquel agustino se convirtió en León
XIV y en Dilexi Te utiliza una expresión tomada del libro de la Biblia
atribuido a Juan, el “vidente de la isla de Patmos”.
A lo largo de dos milenios, en la Iglesia hubo y hay testigos que encarnaron y encarnan personal y comunitariamente esa opción por y con los pobres, empezando por el testimonio del propio Jesucristo y la comunidad primitiva. Una opción que es, nunca está demás remarcarlo, teológica, no ideológica. Pero ciertamente no faltaron, dentro y fuera de la Iglesia, críticas, objeciones y hasta persecuciones ante tal opción evangélica. Y en algunos casos se llegó a emplear un “magisterio paralelo”. Acaso, con Dilexi Te estamos ante la finalización, por lo menos a nivel magisterial, de esos reparos. Así, constituye, en mi humilde opinión, más que un programa pastoral; es un signo de los tiempos. La imagen de San Agustín que posiblemente León XIV contempló en su breve paso por Rosario tiene una frase significativa: Roma locuta, causa finita,[8] es decir, “Habló Roma, fin de la discusión”.
¡Muchas gracias!
-AMDG-
(*) Doctor en Ciencia Política.
Profesor universitario.
[1] Presentación leída en el encuentro realizado en la iglesia de Buen Pastor (Rosario), el día miércoles 19 de noviembre. La expresión “para organizar el amor” se inspira en el n° 20 de Deus Caritas est. En el siguiente link se puede ver y escuchar todas las intervenciones: https://www.youtube.com/watch?v=wLrKycm2mxs
[2] Cf. Oscar Cullmann, Cristo y el tiempo.
[3] Cit. en Raúl Bocanegra, “Seis meses de
León XIV…”, Público, 7/11/2025.
[4] El otro documento fue la encíclica Lumen
Fidei, escrita entre Benedicto XVI y Francisco.
[5] Cf. Simone Weil, La gravedad y la
gracia.
[6] Cf. Johann Baptist Metz.
[7] Cf. Papa Francisco, Sé tierno, sé
valiente.
[8] La imagen del santo en realidad tiene
la frase Roma locuta est, causa finita est, pero elijo una versión de la
misma más apropiada, según la observación de Dr. Nicolás Lázaro, a quien le agradezco.
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