Más Ser
“Quien piensa lo más hondo
ama lo más vivo”
(Friedrich Hölderlin)
Por Daniel Pío Torres
A
veces me pregunto cuántos momentos tendremos
que afrontar a lo largo de nuestra vida en relación a tomar
decisiones, partiendo de un simple despertar y que sea nuestra primera decisión
del día levantarnos de la cama para comenzar,
aceptando y confirmando con la razón y
con el cuerpo, respetando de esa manera las responsabilidades y los compromisos
asumidos.
Decidir
implica tomar una resolución o determinación ante opciones y alternativas
asociadas a situaciones diarias y futuras. Ocurre que no todos lamentablemente
tienen la suerte o mejor aún, la bendición, de tener -en gran
parte de sus días-
opciones, como en lo
más pequeño, común y simple, de poder decidir, por ejemplo, qué tipo de
endulzante le agregan a una taza de café.
Quizás,
muchos de nosotros no somos conscientes y normalizamos todo lo que tenemos de
alguna manera a nuestro alrededor: desde lo básico para poder vivir dignamente
(como un hogar, alimentos, abrigo, un dormitorio adecuado para poder descansar
con comodidad), oprimir tan solo una tecla y que se encienda la luz con cierta
magia (porque no vemos lo que sucede para que eso ocurra), abrir una canilla
y disponer de agua potable y agua caliente para el invierno,
y así, seguramente, podríamos seguir enumerando muchas más cosas.
Esto
que nos acerca a lo digno dentro de lo básico y adecuado para vivir
sencillamente es donde la libertad se hace presente si es que tenemos más
opciones para decidir en cualquier circunstancia de todos los días.
También puede darse en cuanto a sumar algunos gustos personales con más variedades en un desayuno, en el almuerzo, en la merienda y quizás también en la cena. O en tener la posibilidad de hacer lo que nos recomendó la nutricionista bajo determinados alimentos con ciertos nutrientes, un asado de domingo en familia o con algunos amigos. O probar recetas exóticas que vimos por la tele, darnos los “permitidos” con degustaciones en un viaje y por qué no, también poder contemplar un bello paisaje a través de la ventana de un restaurante.
Decidir
cómo vestirnos, sea “a la moda” o si es solo una cuestión de gusto (más allá de
cómo nos quede), tener la misma prenda de distintos colores, conservar ropa que usamos
una sola vez y ahí la
dejamos, hasta que un día abrimos la puerta del placar y de golpe nos
transformamos en “arqueros de fútbol”, atajando todo tipo de prendas que se nos
vienen encima como avalancha. En esa situación, para nuestra sorpresa, es muy
probable incluso de algunas de esas ropas no recordábamos su existencia... O,
más complejo aún, puede que nos asombremos por lo que fuimos acumulamos sin
sentido. También, en más de una ocasión, quizás no estemos del todo seguros si algunas
prendas son nuestras y cómo llegaron hasta ahí.
El
tener opciones va ligado a la libertad, la cual nos permite elegir y ponernos
de acuerdo (con amigos, en parejas, o en soledad) para planificar y descubrir un nuevo lugar adónde viajar el próximo fin de semana largo, o
tal vez en esas vacaciones tan esperadas y necesarias. También puede suceder
que estemos limitados por una cuestión de presupuesto en nuestra elección, pero
sabemos con seguridad que a un destino iremos, a pesar de todo.
Por momentos pareciera que desde siempre nos pasa esto del tener cosas en nuestra vida para aliviar, facilitar y agilizar nuestro días, pero seguramente hubo alguien en la familia de alguna generación pasada (que no llegamos conocer, pero sabemos de él, de ella, o ellos con la ayuda de algunas fotos) que no tuvo esa buena suerte. Acaso su historia comenzó descendiendo de un barco de inmigrantes y no tuvieron ni lo básico, comenzando solo con “lo puesto” o con lo poco que traían adentro de sus valijas. Pero sí hicieron el gran esfuerzo para que hoy parezca una normalidad en nuestras vidas en relación a muchas cosas que nos rodean.
Puede ser que algo similar nos esté pasando
en este momento, trabajando largas horas con gran
esfuerzo para poder (tal vez sea lo prioritario) vivir dignamente. En la
necesidad no existe la posibilidad de decidir entre varias opciones, y se
escucha: “es lo que se puede”…”es lo que hay”… como se suele decir…
Pero
si al pensar para atrás en lo que alguna vez tuvimos y logramos dejar de juzgar
si fue “mejor” (cada uno sabrá su propia historia), y lo comparamos con nuestra
realidad de hoy, puede que ésta nos angustie, porque tal vez nos duela un poco
lo que estamos atravesando.
Humildemente
siento y digo que intentar detener
los pensamientos asociados
a lo que no tenemos (o sea,
mirar solamente lo que nos falta, o cómo nos gustaría estar en este momento)
nos impide ser agradecidos. Es al
intentar acercar el sentimiento de la gratitud, a pesar de todo, donde quizás nos demos cuenta que el verdadero valor pasa por otro lado en muchas
cosas. Quizás para algunos parecen cosas tontas pero
con el tiempo lo verán diferente, así como en lo simple de un despertar cada
mañana y comprender que estamos vivos con todos nuestros sentidos.
Poder decirle “buenas noches” o “buenos días” a la persona que tenemos hoy a nuestro lado, tener la buena suerte de compartir lo que nos pasa con un hermano o con alguien de confianza, y también -por qué no-, ser nosotros los de la escucha para ser el sostén y también para celebrar su alegría si hay algo que festejar, estar sanos y tener la opción de poder cuidar nuestro cuerpo, nos lleva a descubrir que son regalos de Dios. Pero, curiosamente, no todos le damos esa importancia hasta que una simple gripe nos desploma en la cama por varios días, cortándonos la libertad de poder salir un rato al balcón o al patio a respirar aire puro.
Para
aceptar cómo somos y probar con ser mejor de lo que fuimos ayer, nos puede ayudar intentar decir palabras
más amables para los demás,
así como expresar frases del tipo “¡gracias por tu atención!”, “¡no, por
favor, pase usted!”, “¡que tengas un buen día!”, “¡fue un placer para mi hacer
algo por vos!”, “¡es un privilegio para mi estar compartiendo este momento a tu
lado!”, etc.
En
esas pequeñas cosas encontraremos devoluciones
inesperadas que alegrarán nuestros días, ya que en las reacciones cordiales de las
personas conocidas y (más aún) en las desconocidas, nos abrazará el sentido de
la vida generosa y amorosa, dejando atrás los pensamientos del no tener. Así, nuestra
atención estará más en los buenos gestos, con otra predisposición para los demás
y sentiremos agradecimiento del poder comenzar un día más que Dios nos regala aquí y ahora.
Es
importante sentir y ejercitar esta aceptación que mencionaba anteriormente,
donde cambia esa percepción interna,
nuestra mirada hacia el sol será
diferente con algo de esperanza
y sobre todo, desde el plano de la fe,
si dejamos Jesús toque nuestro
corazón, haciendo que valoremos lo verdadero, lo pequeño y apreciado de la
vida.
De
esta manera entenderíamos tal vez algunos
“por qué” (de ayer, de hoy y tal vez los de mañana), dejando de lado el enojo que
solo nos ata a vivir tristemente, abrazados al pesimismo de una mirada apagada
hacia el mundo. Donde también provoque
un contagio hacia
las personas que hoy
están a nuestro lado, generando así un clima difícil de soportar.
Pero es bueno descubrir que Dios todo lo puede (sin ninguna duda), y nos impulsa si se lo pedimos con fe en nuestro corazón. Así, Él abrirá nuevos caminos para transitar con una mirada clara y positiva donde las oportunidades para mejorar nuestra situación llegarán con un propósito en el momento adecuado.
Puedo decir por experiencia propia, que el “tener” hasta cierto punto es bueno para adquirir una mejor calidad de vida, con comodidades y beneficios merecidos por nuestro esfuerzo y sobre todo con ciertas cosas necesarias que sirven para disfrutar y también para mejorar nuestra salud, como también tener algún hobby que nos permita despejar nuestra mente, sea leer, escribir, pintar, practicar alguna disciplina deportiva, viajar, organizar reuniones con personas queridas, etc.
Pero después de lo necesario y lo bueno, de la
ambición sana sobre metas que nos propongamos en nuestra vida, se asoman otras
cuestiones donde el “tener” más y más de ciertas cosas, puede ocurrir
que se acerca a una forma de “terapia” creada
por nosotros mismos, donde tapamos y esquivamos algunas cuestiones más
profundas. El comprar compulsivamente como en la actualidad se escucha muy a
menudo, donde gastamos demás innecesariamente, más allá si nuestro bolsillo
lo permite, puede ocurrir que sean signos de seguir llenando placares, amontonando historias pasadas aún sin resolver,
donde quizás nuestro corazón
esté necesitando más sanar, que comprar;
más perdonar, que juzgar; más amar que tener.
Y tal vez podríamos comenzar con un… “te pido perdón”, o con proponer ese
reencuentro que nos debemos hace años, o simplemente con aceptar el
arrepentimiento del otro, y así nuestro orgullo se caerá de rodillas dejando
pasar la humildad y el amor sanador
que estaban afuera haciendo la fila con ganas de entrar hace tiempo.
La
“perfección” es la imagen que nos muestra el mundo de hoy en todos los
aspectos, quitándoles la esperanza a muchos que tienen sueños por cumplir y
pareciera que si no están dentro del marco de lo perfecto no está logrado.
Y quizás afecte
más a quienes están vulnerables en su corazón creyendo
en ese modelo, donde solo los somete a una forma de vivir generando
intranquilidad, frustración y ansiedad cuando ven algo fuera de ese “ideal” en
una foto quizás no tan verdadera.
Vivir con simpleza nos acerca a lo sano y calmo para nuestra mente, despejando preocupaciones para seguir manteniendo ciertas cosas no tan necesarias. Es en Jesús donde encontraremos lo verdadero y adecuado para cada etapa, y también para esos momentos inesperados, donde debamos discernir lo que nos toque atravesar en la vida.
La paz que a veces necesitamos y pedimos, llega cuando también la mente deja de preocuparse por la acumulación de cosas y experiencias. Pero si le damos lugar a lo que nuestro corazón realmente nos pide (aunque quizás sea algo no tan perfecto, no tan lustrado ni tan costoso), puede ocurrir que no necesitemos mucho para ser felices.
Quizás si nuestra mirada se acercara un poco a la de Jesús, nos llenaremos de otras cosas como el perdón, el amor, la comprensión, la amabilidad, la bondad y -sobre todo- la humildad, donde seguramente será más simple y generosa nuestra manera de vivir, observando y atendiendo los pequeños detalles de la vida con algo de sabiduría que Dios nos ofrece delicadamente, sin nada a cambio, día tras día.
Cuando el corazón se llena de sentimientos verdaderos, de palabras profundas asociadas más “al Ser” que “al Tener”, no requiere de mucho más para sonreír todos los días. Derramando en nuestro entorno la bendición y la Gracia de Dios, donde verán un cambio en nosotros y quizás sea sin emitir una sola palabra, pero sí verán algo contagioso y diferente. Para quien esté en una búsqueda de reencontrarse y sobre todo de reconstruirse en su Ser, seguramente preguntará qué nos estará pasando para vernos tan diferentes con respecto a la última vez que nos vimos.
Aquí me permito decir que sentía la necesidad de expresarme, porque por mucho tiempo sentí esto de “Quiero más Ser”, entendiendo que debía dejar de lado un poco los pensamientos del “Tener”. Cuando pude callar dejando que me abrace el silencio, alejándome de los gritos del mundo, escuché un llamado inesperado de Dios, de Jesús y María, donde humildemente me pidieron permiso para tocar mi corazón, y así, amablemente, cambiaron el sentido y la razón de mi vida.
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