La tensión del peronismo bonaerense y la política electoral
Por Franco Della Vella (*) y Aníbal
Torres (**)
“Y
ambos salieron del café, encaminándose al atrio de la iglesia, donde iban a
practicarse las elecciones más sonadas del entonces borrascoso Pago Chico”
(En
Roberto J. Payró, "Pago Chico", 1938)
El manejo discrecional de los calendarios
electorales es prácticamente una constante que atraviesa la historia reciente
de la Argentina. Desde la recuperación democrática en 1983, y sobre todo a
partir de la Reforma Constitucional de 1994, se ha profundizado la
“segmentación estratégica” en pos de la maximización electoral de los
candidatos (Oliveros y Scherlis, 2004; Alles, 2011). ¿A qué se debe esto? Desde
el punto de vista del diseño institucional, en el federalismo electoral
acentuado de nuestro país los Gobernadores tienen, entre sus atribuciones, la
facultad de decidir (con mayor o menor margen de maniobra, según las
Constituciones Provinciales) sobre la posibilidad de realizar los comicios para
las categorías provinciales y locales de manera desdoblada o concurrente con
las elecciones nacionales. La convocatoria de estas últimas las realiza el
Poder Ejecutivo Nacional (PEN).
Como sabemos, las instituciones no operan
en el vacío, puesto que interactúan con los actores, que a su vez tienen
preferencias e incentivos concretos para usarlas en un sentido o en otro. En
términos de una democracia de partidos como la argentina, el supuesto básico es
que cada agrupación política quiere tener un buen desempeño en las urnas. Si se
refina un poco el argumento, se deben introducir no sólo las lecturas sobre los
resultados sino, a partir de los mismos, la capacidad de proyectarse de un
nivel de gobierno a otro, máxime si no se tiene la posibilidad de una
reelección. Estos breves señalamientos ayudan a comprender, por un lado, por
qué el oficialismo nacional y sus aliados impulsaron la suspensión de las PASO
por este año, más allá de patear para adelante la constatación en las urnas del
humor social, presumiblemente adverso, luego de un feroz plan de ajuste. Por
otro lado, por qué en un distrito tan particular como la provincia de Buenos
Aires (PBA), llevamos semanas asistiendo a un enfrentamiento entre facciones de
lo que se consideraba, hasta no hace mucho tiempo, un mismo espacio político.
Al parecer, la denominada “madre de todas
las batallas” electorales en la Argentina, en alusión al escenario bonaerense,
tiene en las deliberaciones sobre el calendario electoral provincial, una de
sus escaramuzas más significativas. Más allá de los argumentos esgrimidos para
el público (el resguardo de la PBA del controversial proceso libertario que
lidera el presidente Javier Milei), es un secreto a voces que la interna
peronista tenía una de sus expresiones más rutilantes en las pujas por el
desdoblamiento de las elecciones bonaerenses o la concurrencia de las mismas
con las elecciones legislativas nacionales.
En lo que sigue, nos proponemos analizar
estos aspectos desde su inserción en el comportamiento político y electoral al
interior de diferentes líneas del peronismo de PBA. Al finalizar incluimos unas
reflexiones sobre el impacto que cabe esperar sobre la administración electoral
bonaerense, a partir de lo decidido por el Ejecutivo Provincial.
Algo
más que una mera decisión administrativa
El pasado lunes 7 de abril por la
tarde, Axel Kicillof anunció en conferencia de prensa la decisión de desdoblar
los comicios bonaerenses, algo inédito en la historia institucional de la
provincia, desde 1983. A tal efecto, el Gobernador emitió un decreto, de
acuerdo a las atribuciones que le confiere la Constitución Provincial,
convocando a la ciudadanía para el domingo 7 de septiembre, más de un mes antes
de las elecciones legislativas nacionales. Los argumentos esgrimidos ante la
opinión pública cargaron las tintas sobre lo engorroso que sería, en términos
logísticos, la concurrencia electoral. Es decir, Kicillof expresó que para las
y los bonaerenses votar en un mismo día con dos sistemas distintos (la Boleta
Única en Papel a nivel nacional y la boleta partidaria a nivel provincial)
resulta en extremo complejo, riesgoso y lento. Hubo también lugar para la
explicación de las motivaciones políticas de la medida adoptada: básicamente,
la búsqueda de proteger a la provincia de la motosierra libertaria, apelando
incluso al “lunes negro” que vivieron los mercados internacionales tras la
política arancelaria del Presidente Donald Trump y cómo el Gobierno Nacional no
protege el mercado interno. Muy escuetamente se aludió a la cuestión de “las
internas”, pero para decir seguidamente que no era ese ni el momento ni el
lugar de hablar de eso. Pues bien, según entendemos, si no echamos un vistazo
justamente a esas disputas internas, nos faltaría -acaso- uno de los
principales factores que incidieron en la decisión que tomó el Gobernador.
El enfrentamiento por el calendario
electoral de la PBA resultó ser un catalizador de las pugnas al interior del
peronismo bonaerense, entre aquellos sectores políticos y sociales que
respaldan la postura del desdoblamiento motorizada por el gobernador Kicillof,
y quienes hacen lo suyo con la concurrencia propuesta por Cristina Fernández de
Kirchner, Sergio Massa y la organización comandada por Máximo Kirchner, “La
Cámpora”. La disputa pareciera ir mucho más allá de una simple fecha electoral.
Reversionando a James Carville, It’s the
power of peronism, stupid.
Una cuestión que permeó esta discusión
se relaciona, como dijimos, con la incorporación del nuevo instrumento de
votación para cargos nacionales. La implementación de la Boleta Única en Papel
(BUP), sancionada mediante la Ley 27.781 modificatoria del Código Electoral
Nacional (CEN), y reglamentada mediante el Decreto 1049/2024 del PEN, supondrá que la elección
legislativa en PBA, como en el resto de las provincias, se configure de una
manera totalmente diferente a lo conocido hasta ahora. Algo no menor de esta
reforma nacional desde el punto de vista de la gobernanza electoral, es que
vuelve técnicamente más apropiado hablar de “concurrencia” -por la coexistencia
de formas de emisión del sufragio diferentes pero “en la misma fecha y en el
mismo local”- que del tradicional término de “simultaneidad”, según el régimen
establecido por la Ley 15.262 de 1959, modificada en sus artículos 1° y 4° por
los impulsores de la referida Ley 27.781.
Más allá de la fecha de los comicios, mediante la BUP, en la PBA se elegirán treinta y cinco (35) diputados nacionales en un solo “trozo de papel” que contendrá la totalidad de la oferta electoral bonaerense. Por otro lado, con la tradicional lista sábana se elegirán cuarenta y seis (46) diputados provinciales y veintitrés (23) senadores, pero su presentación será en (8) ofertas electorales seccionales distintas (una diferente por cada sección electoral). A nivel municipal también se votará con la lista sábana y en ciento treinta y cinco (135) distritos. Así entonces, con la incorporación de la BUP se presenta la particularidad de un “desenganche” entre categorías, anulando el efecto arrastre desde las categorías nacionales a las seccionales y viceversa. En resumidas cuentas, en toda la PBA se votarán cargos con la misma BUP pero con ocho listas seccionales diferentes con la lista sábana tradicional. Configurado así, el arrastre electoral sólo podrá existir desde aquellas listas seccionales hacia las municipales y/o en sentido contrario.
Estas
particularidades podrían entrañar efectos considerables sobre la dinámica del
comportamiento político y electoral bonaerense y por eso la espuma política fue
escalando según se definiera la concurrencia o el desdoblamiento, puesto que
presuponen diferentes posturas tanto en el “kicillofismo” como en el
“cristinismo”. En efecto, desde el Gobierno Provincial se sostiene la necesidad
de desdoblar la elección por dos grandes motivos, uno político y otro técnico, según
adelantamos: a) en la línea de las posibilidades que brinda el federalismo
electoral argentino, se pretende “segmentar” la elección para discutir una
agenda bonaerense con sus respectivos issues
(temas); es decir, provincializar la campaña (aunque subiendo al “ring” al Presidente
Javier Milei, según lo comentado en la última conferencia de prensa del
Gobernador) y b) en segundo lugar, se sostiene la idea de que la combinación de
la BUP para cargos nacionales y la lista sábana XS para cargos locales (la
concurrencia) introduciría un caos en el sistema electoral bonaerense, con
demoras y confusiones en la emisión del voto (similar a CABA en 2023). En la
otra vera del río, desde el “cristinismo” planteaba: a) la necesidad de
unificar el calendario para discutir al Gobierno Nacional de Javier Milei desde
la PBA y así maximizar los resultados electorales; o sea, nacionalizar la
elección y b) evitar que los intendentes le “saquen el cuerpo” a la elección
legislativa nacional una vez asegurada la elección seccional y municipal en caso
de desdoblamiento.
Retomando el primer argumento del “kicillofismo” (a), destacamos la dificultad que supondría provincializar la política de un distrito que se encuentra intrínsecamente vinculado al destino nacional en materia demográfica, electoral, productiva, económica y financiera. Construir un “cordobesismo” o una “neuquinidad” en PBA pareciera extremadamente complejo, además de poco y nada tiene que ver con la historia política y electoral de la provincia. No obstante, pese al desdoblamiento, no sería imposible discutir con el Gobierno Nacional desde la PBA, abundan elementos para ello. Sobre el segundo argumento (b) resaltamos su precisión técnica e instamos a prestarle atención a la introducción de un posible caos en un sistema que funciona sin sobresaltos desde hace más de cuarenta años. El primer argumento del “cristinismo” (a) puede parecer pertinente desde la estrategia electoral pero hace caso omiso a una constante de las dos últimas décadas: con esa misma estrategia, hace exactamente veinte (20) años que, en sus múltiples versiones, el peronismo-kirchnerismo no gana una elección de medio término en la PBA. La última, casualmente, fue Cristina contra Hilda “Chiche” Duhalde en 2005.
Sin
embargo, más allá de lo técnicamente viable o políticamente deseable, una
discusión subterránea atraviesa los diferentes argumentos públicos de los
actores: el armado de listas provinciales, seccionales y municipales.
Situándonos en el desdoblamiento, la gestión del proceso electoral y el armado
de listas seccionales y municipales empoderaría al gobernador Kicillof y a los
casi cincuenta intendentes que lo respaldan (según el comunicado del 28/3/25).
Como resultado, podría representar mayor poder propio en la Legislatura
bonaerense y autonomía respecto del “cristinismo” y/o el “massismo”,
indispensable en un contexto de falta de Presupuesto, Ley Impositiva y
Endeudamiento; en este sentido, no es descabellado que un Gobernador pretenda
ser profeta en su tierra; como ha dicho el poeta español Antonio Machado, “si
no haces política alguien la hace por vos”. Mirándolo así, los intendentes se
verían favorecidos al integrar esas listas con sus alfiles, últimamente muy
relegados por “La Cámpora”, y también fortalecerían el control de “la lapicera”
en sus distritos. Sí, “territorialización de la política” por donde se lo mire (Cf.
Calvo y Escolar, 2005).
Ahora
bien, esta postura choca de frente con los intereses del “cristinismo”,
fenómeno político de gran clamor popular pero cada vez más georreferenciado
electoralmente con el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). Con esto nos
referimos no solo a la disputa de poder por el armado de listas, sino a quién
es profeta en la compleja PBA, como mencionamos anteriormente. Si el gobernador
Kicillof, hijo político y para muchos delfín de la ex Presidenta, quiere
construir un proyecto de poder no heterónomo y ser jefe, podríamos decir que
camina en la delgada cuerda que supone como alternativas, según lo que muchos
dirigentes y militantes consideran, el “traicionar” antes o “traicionar”
después. Spoiler alert: la “larretización” o “albertización” son dos
posibilidades que sobrevuelan esa decisión.
Las EPAOS provinciales (Elecciones
Primarias, Abiertas y Obligatorias), de momento aún vigentes y convocadas para
el 13 de julio mediante el Decreto 367/2025 del Gobernador (pese a que en la
mencionada conferencia de prensa anunció un proyecto de ley para su suspensión,
“como hicieron otras provincias del país”), le añaden un condimento adicional a
este debate. Es que la ex Presidenta y Sergio Massa advirtieron con antelación
que, de concretarse el desdoblamiento, optarán por una entrada estratégica y
encabezarían las listas a legisladores bonaerenses por la tercera y primera sección,
respectivamente. Si esto sucediera, sería bastante difícil pensar en una
interna “sana” o en su derrota. No obstante, si se eliminaran o suspendieran
las EPAOS (algo para lo cual el Gobernador pidió un tratamiento lo antes
posible en la Legislatura), como piden desde el “kicillofismo” y “cristinismo”,
Cristina y Massa también podrían presentarse y, lo que es casi seguro,
encolumnar a gran parte del peronismo bonaerense detrás y tener “la lapicera”.
Una tensión que se traslada a la gobernanza electoral
A partir del pasado lunes asistimos a otro
capítulo de esta novela de nunca acabar, donde más que discusiones sustantivas
de la agenda pública (por ejemplo, cómo resolver los problemas cotidianos de
ciudadanos y ciudadanas “de a pie”), asistimos a una tema muy de la vida
interna (por no decir “ombliguista”) de la política partidaria.
Por si fuera poco, y dado el carácter
estructuralmente endógeno de la gobernanza electoral respecto al sistema de
partidos y sus dinámicas (Cf. Escolar, 2010), lo decidido esta semana por el
Gobernador y lo que eventualmente resuelva la Legislatura en cuanto a las EPAOS
tendrá un impacto no menor en la administración de los comicios. Como es
sabido, la PBA depende históricamente de la Secretaría Electoral del Juzgado
Federal con competencia electoral de La Plata (a cargo actualmente del juez
Alejo Ramos Padilla) para la organización de sus comicios. Desde 1983 a la
fecha, los sucesivos Gobernadores nunca desdoblaron las elecciones, más allá de
algunos intentos fallidos. Esto no quita que la provincia tenga una rica
historia en materia de organización de elecciones de manera autónoma, pero es
algo más propio del siglo XIX y principios del siglo XX.
A diferencia de lo que ocurre en otras
provincias argentinas (como Córdoba, Chaco, Santa Fe, Salta, por mencionar
algunas), la Junta Electoral de la provincia no tiene ni la experiencia ni el
personal ni los recursos necesarios para la organización de elecciones en el
distrito, por lejos, más poblado del país (cerca de un 40% del padrón nacional
de electores), más allá de la confección del padrón de extranjeros y la
interacción con las agrupaciones políticas que disputan categorías de cargos
provinciales y locales. Mientras el desdoblamiento hace caer el peso (y el
costo) de la elección en las autoridades provinciales de gobernanza electoral,
la concurrencia habilita, al menos, la articulación con los organismos
federales respectivos, empezando por la Justicia Nacional Electoral (JNE) (Cf.
Ley 15.262, Art. 4° -reformado-). Esto no quita que, en cualquier caso, se
cuente con formas de cooperación a través, sobre todo, de la Dirección Nacional
Electoral (DINE), más allá de que el organismo pasó a depender del Jefe de
Gabinete, Guillermo Francos, cuyo Presidente llegó a pedir la intervención
federal de la PBA, a todas luces un disparate institucional.
En línea con lo señalado, es evidente
entonces que las políticas públicas de gobernanza electoral no están ajenas a
lo que acontece en el plano político-partidario, más allá de lo que los actores
dicen públicamente. Así, una mesa de diálogo político-institucional para un
proceso electoral inédito (la elección provincial del 7 de septiembre y,
eventualmente, las EPAOS del 13 de julio, de no ser suspendidas), demanda que
la política electoral tenga una salida del laberinto por arriba y que así
entierre esta historia sin fin y no lleve al límite las capacidades estatales
que se tienen. Salida difícil para un movimiento como el peronista, que se
caracteriza por sus liderazgos carismáticos y la vocación de poder. Un acuerdo
informal que reparta costos y beneficios podría concretarse sin mayores
inconvenientes si primara la buena voluntad de las partes en el marco de la
compulsa político democrática.
(*)
Politólogo, Universidad Nacional de Mar del Plata
(**)
Politólogo, Universidad Nacional de San Martín-Universidad Nacional de Rosario
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