Carta a nuestro hermano mayor León XIV
Querido
Papa:
Como
seguidor entusiasta de Jesús de Nazaret, te mandamos un fuerte abrazo desde la
vivencia de una pequeña comunidad que se reúne en la iglesia Santa Cruz en
Buenos Aires. Queremos decirte que estamos muy felices con tu elección y le
pedimos a Dios Padre y Madre que te abrace y bendiga en este camino.
Cuando
saliste al balcón y saludaste al pueblo que te alentaba, vimos tu emoción y tus
lágrimas contenidas. Vendrán tiempos difíciles, no pierdas esa sensibilidad y
la confianza porque el Espíritu te sostiene para tener el coraje de
transformarlo todo.
Te
escribo con atrevimiento, pero sabiendo que sin él no podremos avanzar en la
construcción de un Reino de justicia y paz donde los últimos sean los primeros.
Te escribo para contarte lo que en estos días fuimos conversando entre
hermanxs, amigxs, creyentes y no creyentes, sobre tu responsabilidad, tu
servicio y tu tarea. Me gustaría que esta carta fuese como un diálogo fraterno
–en sinceridad humana y con la libertad del Espíritu-, así como una posibilidad
de “pensar nuestra fe en voz alta”.
Cuando
escuchamos que elegiste como nombre León XIV, recordando a tu predecesor León
XIII nos llenamos de esperanza: asumir el legado del papa de la justicia
social, de la defensa de los obreros y sus organizaciones, el papa que reclama
que el Estado defienda a los débiles, en estos días… pucha. Pero mirá, querido
santo padre, que no nos podés defraudar… que no podemos defraudar, es nuestra
hora. Es la hora de nuestra responsabilidad con los últimos. Es la hora del
pueblo humilde, del pueblo creyente, de las comunidades como las de Chiclayo,
de los y las migrantes, de las y los trabajadores precarizadxs, de América
Latina, de las periferias existenciales.
León:
escuché que citando a San Agustín dijiste: “Vivamos bien, y los tiempos serán
buenos. Somos nosotros los tiempos”. Es así, somos los tiempos y a estas
alturas de tu vida y de la marcha de nuestros pueblos y de las iglesias más
comprometidas con el Evangelio hecho vida e historia, no podemos demorarnos
más. El papa Francisco abrió el camino, vos tenés que continuar la tarea. No
podemos desenfocarnos más, el centro del mensaje de Jesús es que la vida
triunfa. Que la vida en abundancia vence sobre la muerte cotidiana del
descarte, del desprecio, del abuso, de la idolatría del capital, del machismo
que aplasta a los más humildes, a los violentados, a la Madre Tierra, a las
mujeres. Jesús vino a contarnos que Dios no nos abandona, no abandona a su
pueblo y lo libera. Ese debe ser el foco. La Iglesia, las iglesias debemos
enfocarnos en eso, el resto es marginal.
Y
si nos enfocamos en eso tenemos que cambiar el papado, el Vaticano y todo eso.
La iglesia de Roma -y vos como su obispo- debería ser un signo de comunión, un
lugar de refugio y encuentro, debería tener, en primer lugar, una referencia a
los mártires porque en definitiva el primado es en Roma porque ahí martirizaron
a Pedro. Nuestras iglesias se fortalecen porque sus raíces están sostenidas por
quienes fueron martirizados por predicar la Buena Noticia de la Vida y el Poder
los quiso acallar. Nuestra comunidad parroquial de Santa Cruz se sostiene y es
animada por los mártires: principalmente los 12 de la Santa Cruz, el grupo que
se reunía en nuestra Casa para organizarse en la búsqueda de sus familiares
desaparecidos por la dictadura. Los 12 de la Santa Cruz como Monseñor Angelelli
y sus compañeros riojanos son nuestros mártires y caminan con nosotrxs. Pedro y
los mártires de la iglesia primitiva caminan con vos, querido León.
La
iglesia de Roma debería ser un signo de lo fallado que somos como discípulos y
discípulas. León: sos el sucesor de Pedro y Pedro no era el más poderoso, Pedro
era el más boludo (perdón mi lenguaje chabacano, pero me gusta decir las cosas
claras). El papa y Roma deben mostrar que somos torpes, miedosos y fallados,
pero que a pesar de eso, buscamos caminar juntxs, respetando las diferencias,
buscando un Reino de paz, amor y comunión.
Me
gustaría que en el centro del Vaticano esté la Mesa. Una mesa compartida. Una
mesa para todos. No puede ser que no participen las mujeres (es demencial y
totalmente al revés de lo que hacía Jesús). En nuestra experiencia de fe,
creemos que lo más importante es reunirnos alrededor de la mesa para compartir
la vida, la Palabra y el Pan y donde todxs están invitadxs sin exclusiones.
Imagino una mesa así donde te juntás a compartir un plato rico (dicen que te
gusta el ceviche) y conversas con los pastores de las iglesias, con los que
tienen hambre y sed de vida, de pan, de una palabra de aliento. Menos
estructuras de estado, menos cargos de príncipes y más lugares a la mesa
compartida.
La
iglesia de Roma debería tener un papa que sea párroco como a su modo lo fue
Francisco. Un párroco, que cuando está enfermo, va a rezar al templo, a su
rincón preferido, en pijama y poncho, un párroco que tiene la fe de nuestros
mayores (León: tenés que cuidar tu oración, imagino que el Vaticano debe ser un
lugar donde uno puede volverse muy incrédulo y muy cínico).
Y
hablando de ir a rezar en pijama y poncho, las comunidades eclesiales
comprometidas con el Evangelio sabemos que la ropa es importante, no por si se
usa la muceta roja o la casulla tridentina, sino porque en nuestras parroquias
y capillas siempre estamos juntando y compartiendo ropa para nuestros hermanxs
más pobres. En nuestras iglesias, y así debería ser en la iglesia de Roma, lo
que importa de la ropa debería ser que alcance para todos, para que ningún
chico tenga que ir descalzo o que ningún abuelo o abuela no tenga un pullover
en invierno. Creo que en esto se unen dos temas que se hablaron mucho en estos
días del cónclave, la ropa del papa y las finanzas del Vaticano. Mi sugerencia,
perdón nuevamente por el atrevimiento: hacé como hacen las parroquias de los
barrios, cuidan el mango para sostenerse con lo necesario y compartiendo (también
la ropa) con los más humildes.
Por
último, me gustaría que tu prédica como papa hable de los problemas de la gente
común… lxs cristianxs necesitamos un pastor. Dicen que tenés una escucha atenta
eso es muy importante, no lo pierdas… ¿Te imaginás el lío que se armaría si en
lugar de un pontífice que nos explique todo tuviéramos un hermano mayor que nos
escuche y sin juzgarnos, nos guíe? El camino va a ser difícil, pero contás con
nosotrxs para transformarlo todo. Le pedimos a Dios Todoamoroso que te bendiga
y a la virgencita Desatanudos que te ayude (flor de bardos tendrás que
desarmar).
Un fuerte abrazo en Jesús, quien nos une.
Nicolás Dallorso
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