Un pedacito de hoja
Por Daniel Pío Torres
¿Cuál es la razón en el mundo donde
poco se escucha de la palabra amor, y solo las personas que están en esa órbita,
tienen la capacidad de ver y percibir ese sentimiento tan especial en todas
partes sin decirla? Una palabra simple de escribir, pero muy compleja y
profunda donde hay personas que pareciera que no la conocen, como si ese sentimiento
nunca haya pasado por la puerta de sus casas, o quizás como algo muy lejano que
alguna vez les tocó el corazón y hoy lo ven como si fuera una cosa del pasado y
hasta de llegar a pensar que ocurre solo a una cierta edad.
Da la sensación como si fuesen cuerpos
que andan por ahí, sin sentido alguno, sin rumbo, sin rasgos asociados al amor,
sin expresiones de ningún tipo, dejando ver que así es la vida, o mejor dicho,
su vida, aceptando que lo bueno ya pasó y ahora es momento de seguir solo así.
¿Cómo se sienten esas personas? ¿Que ven de la vida? ¿Cómo se expresan con el
resto del mundo? ¿Cómo hacen para que todos los días sean iguales, sin la
esperanza de poder ver un nuevo día lleno de posibilidades donde tal vez algo
diferente ocurra a la vuelta de sus casas y les cambie la vida para siempre? Se
los ve con las miradas perdidas, preocupados; pareciera que todo le da lo
mismo, como barcos a la deriva que van y vienen. Hasta parecieran con un
proceso acelerado del tiempo en sus rostros, más allá de sus edades.
¿Cómo es posible que esas personas anden
así por las calles de las ciudades de cualquier nivel socio-económico, y nadie
-inclusive la vida misma hoy pasando por al lado- les tire de las orejas para
que despierten de esa situación? ¿Qué pasa en el mundo para que haya personas
como si estuviesen vacías? ¿Por qué se evita hablar de esta palabra en algunas
ocasiones, como si estuviéramos en un regimiento donde está prohibido expresar,
mirar y demostrar gestos acercándose a este sentimiento, donde seguramente para
esas personas sentir una chispa de amor propio les sería muy diferente en la
manera de vivir, de sentir y poder aceptar la palabra esperanza dentro de sus
vidas? Algunos quizás piensen que sería como vivir en una burbuja, pero no es
así.
¡Si supieran la cantidad de cosas que
podríamos hacer todos los días, partiendo de los buenos valores aprendidos de
chicos, que fueron como ejemplos y guías para nuestro crecimiento, con personas
-que quizás algunas ya no estén- pero fueron importantes! Se darían cuenta que
si sienten, puede ser algo cotidiano y natural donde no hace falta estar
levitando en este sentimiento profundo todo el tiempo, ya que los buenos gestos
sinceros parten del amor. Las buenas raíces no se borran tan fácil como para
olvidarnos de dónde venimos, solo no tenemos que dejar de recordarlas,
manteniendo vivos los momentos que fueron lindos -y no tantos- porque de todo
se aprende. Y seguro que algunos de esos recuerdos fueron tan simples como
jugar en un patio con tus hermanos o primos, tener imágenes de navidades con
mesas extensas con mucha gente conservando la unión familiar, a pesar de todo;
recordar a tus padres dándote un reto por “la macana del siglo” que hiciste de
adolescente; estar de visita de tus abuelos y ver cómo mantenían ese respeto y
amor desde que se conocieron.
¿Cómo hacen esas personas para no
percibir la razón del amor que viene de las creaciones de Dios? ¿Será que no lo
conocen y ahí está la respuesta? Es allí donde todo cambia dentro tuyo a partir
que somos conscientes que Jesús existe y es amor puro que te rodea y abraza. Él
camina a nuestro lado permitiendo que nos demos cuenta que también puede estar
en lo más pequeño: como ver a una hormiga llevar un pedacito de hoja.
Me he llegado a preguntar: ¿será para
tanto? Y hoy me respondo: es tan poco de lo que somos conscientes de Él en
nuestras vidas, que a veces hacemos lo que hacemos por desconocer y sobre todo
por no dejar que Él se acerque a nosotros con solo hacer silencio y abrir
nuestro corazón. ¿Por qué estas personas se quedan encapsuladas en su mundo y
no buscan ayuda para que otros puedan acompañar el proceso de que vuelvan a
tener sentido en sus vidas? ¿Acaso deberíamos nosotros ser los encargados de ir
a socorrerlos y tomarlos de la mano para que sientan que sí importan, que alguien
está pensando en ellos?
No hay nada mejor para sanar y
encauzarlos en una nueva vida como hacerles saber sobre la palabra viviente de
Dios a través de su hijo Jesús, donde encontrarán las respuestas a todo. El
amor no se trata solo de amar a otra persona en un vínculo de pareja, sino
también en cada acto: como ser atento, ayudar, pedir permiso, decir por favor,
gracias por tu tiempo; tener empatía por el buen gesto del otro en otros.
Se demuestra también en darle palabras
emotivas a aquel que pudo recibirse después de tanto esfuerzo, o de esa persona
que pudo salir adelante después de un largo proceso de depresión. Es ir
cantando sin importar las miradas extrañas de los demás, estar riendo contando
anécdotas con amigos, llamar a una persona que hace tiempo no sabes de ella,
siendo que fue muy importante en una etapa difícil de tu vida y preguntarle “¿cómo
estás?” “¿cómo andan tus cosas?
Amor es también cuando le decís a tus
padres “gracias por todo lo que hicieron por mí”, “gracias por darme lo mejor
que pudieron sin saber lo que significaba ser padres”. Es cuando nos tomamos el
tiempo para dar el primer paso ante un hermano donde hubo una discusión que nos
mantuvo distantes por años, juntarnos a tomar un café y recordar travesuras de
niños donde solo nosotros todavía seguimos siendo los actores y cómplices a
pesar del paso del tiempo, y poder agradecerle bajo esos recuerdos y las
diferencias que tengamos con nuestro hermano.
Reconocer que no actuamos bien ante los
demás, pedir perdón, y detenernos a aprender de alguien solo con observar sus
actitudes amables, es parte de permitir que el amor nos vaya tallando y
amoldando a lo que es bueno, sano, simple y adecuado para también sanar nuestro
corazón. ¿Cuál es la razón en donde el amor no llega a esos corazones
provocando una revolución dentro de su cuerpo? Indicándoles como señal de
peligro que así nada tiene sentido en la vida, y que quizás por algo Dios nos
creó con un corazón no solo para latir y vivir, sino también para sentir.
Si quisiéramos podríamos ser parte de
un mundo diferente. Esto sería maravilloso para todos. Y si supiéramos que
somos varios en ese plantel caminando hoy a través de la mirada de amor de
Jesús, seguramente nos contagiaríamos unos a los otros y viviríamos de una
forma -creo- inexplicable, y todo sería distinto a nuestro alrededor. Quizás
sea lo más parecido a vivir en el cielo, si es que alguna vez nos pusimos a
pensar como sería llegar al cielo siendo así tal cual hoy somos de carne y
hueso. ¿Qué veríamos y qué no veríamos? Creo que nos sorprenderíamos por ver un
lugar ¿sin odio? ¿sin resentimientos? ¿sin envidia? ¿sin dolor por la pérdida
de un ser querido? ¿sin competencia? ¿sin tener malos pensamientos que nos
atormentan? ¿sin prejuicios? Pero creo que tampoco tenemos la capacidad para
imaginar todo tan perfecto, tan mágico, como cuando éramos niños y nuestros
padres nos leían esos cuentos donde nosotros creábamos un mundo con la imaginación
inocente de pequeños, donde no existía otra cosa que ilusión y magia llena de
colores. Pura imaginación rodeada de risas y juguetes. ¿Cómo sería vivir en el
cuerpo de adulto pero con la mente de un niño, por un momento? ¿Quién tiene la
capacidad de hacer eso hoy en los tiempos que corren? Si pudiéramos provocar
una calma instantánea en el corazón y en la mente, se esfumarían las
preocupaciones, los temores, las inseguridades, los malos pensamientos y quizás
volvamos a reír a carcajadas como cuándo éramos niños. La mejor prueba a eso es
cuando recordamos parte de nuestra niñez y nos sale una sonrisa de la nada
porque de eso se trataba: solo de jugar y sonreír. El gran problema es que el
mundo te aleja de todo esto, no quiere que sientas, te induce a consumir
información provocando miedo, ansiedad, soledad y que quedes atrapado en un
celular anulando tu ser natural observando vidas “perfectas” ajenas.
Si pudiéramos dejar de lado algunas
preocupaciones que no tienen sentido porque -pensemos o no- van a ocurrir sin
poder evitar lo que tenga que pasar, como de intentar parar el tiempo en
algunas ocasiones. Pero también hay otras cuestiones que sí podemos actuar sin
pensar tanto. Si miramos un poco a nuestro alrededor veríamos que no está todo
tan mal como a veces pensamos, y cuánto de agradecidos deberíamos ser con
muchas cosas antes de estar preocupados por no tener otras, y quizás tomemos
conciencia de cuánto nos sobra por un lado y que es realmente necesario e
importante para nuestras vidas. El pensar y sentir de por sí es parte de la condición
humana, pero el sentir y vivir en Jesús es único e inexplicable, pudiendo
comprender para qué fuimos creados y concebidos a través de nuestros padres,
donde todo toma sentido si alguna vez nos hemos preguntado para qué y porqué
existimos.
Transitando esta primera etapa de la
vida, ya que hoy estamos de paso por aquí, donde cada minuto vivido es un
regalo, pudiendo expresarnos libremente con lo bueno y lo malo porque somos únicos.
Pero tengamos en cuenta que sin esa palabra simple de escribir compleja y
profunda al sentir como es el amor, caminaríamos totalmente diferentes hacia el
Reino de Dios. Y cuando se pregunten porqué pasa esto o lo otro con tanto odio
y maldad en el mundo, seguramente sucede porque no todos pueden apreciar el
amor de Dios en un pedacito de hoja que lleva una hormiga.
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