Ejercicio performativo de la memoria: Lectura desde el 24 de marzo

 


Por Sebastián Sangoi (*)

   Cuando llegamos al 24 de marzo en Argentina, nos vemos sumergidos en un mar de frases y palabras que nos invaden por todos los ámbitos en que vivimos. Palabras e imágenes que nos hablan de una parte de nuestra historia como pueblo, acontecimientos que han marcado la conciencia de nuestra nación quedando como memoria significativa a la cual recurrimos con una frase potente: “Nunca Más”.

   Ese mar de palabras contiene corrientes internas que tratan de transmitir, contar la historia de una crisis: desaparecidos, dolor, terrorismo, ideología, avión de la muerte, ESMA, bombas, represión, militares, montoneros, ERP, justicia, injusticia, derecha, izquierza….y la lista podría continuar.

   La mayoría de nosotros no lo hemos vivido en carne propia pero nuestro conocimiento viene justamente de esas palabras, de esa transmisión.

Hoy los invito si me permiten a que aprovechemos la memoria de ese momento histórico para iluminar nuestro presente y soñar con nuestro futuro. Los invito a que recordando ese evento tomemos conciencia de lo importante que es “educarnos para la paz y la fraternidad”.

   Y para ello me apropio de unas frases que el Papa Francisco ha pensado para la construcción de la paz en nuestras sociedades:

   Lo primero es saber que “el tiempo es superior al espacio”[1], es decir que la historia no empieza ni termina en un momento sino que es una extensión que nos supera y que nos abraza y que si sabemos nutrirnos de los claroscuros de la historia podremos construir una arquitectura del presente lo suficientemente sólida para no repetir los errores del pasado y crear un futuro más sano, más humano.

   Lo segundo es que la “unidad es más profunda que el conflicto”. No podemos quedarnos a vivir en las confrontaciones, en los desencuentros, en los choques de fuerza para ver quien gana. El “quedarse” es destructivo y lamentablemente muchas veces en nuestras relaciones en la familia, en las instituciones, en la sociedad nos hemos acostumbrado a permanecer allí con nuestras broncas, recelos, resentimientos, insultos, mirando a los otros como enemigos, como peso del cual librarse. El problema es que los sentimientos y pensamientos nunca se quedan en eso, tarde o temprano se transforman en acciones y palabras que llevan a la locura de la guerra no sólo a nivel de grupos sino también de relaciones personales. Y así el corazón se endurece, la cabeza se cierra y nos olvidamos que no somos sin el otro, que estamos juntos en esta barca de la humanidad navegando por los mares de la historia y que sin la vivencia de la unidad, la fraternidad, la comunión nadie puede tener una vida plena, abundante, gozosa.

   Lo tercero es que “la realidad es superior a la idea” y por tanto hay que aprender a aceptar esa realidad llena de grises, de matices, tan compleja que no se puede definir entre buenos y malos. Es lo de la parábola de Jesús: el trigo y la cizaña crecen juntos…pero ¿Dónde crecen? No solo en la sociedad sino principalmente en nosotros mismos. Aceptar esa realidad nos permite vernos con misericordia en nuestras fragilidades para mirar con misericordia a los demás en sus fragilidades y así establecer relaciones que no estén marcadas por el dedo que acusa, el grito que amedranta, el puño que se cierra, la lengua que hiere y denigra a los demás. Ver la realidad significa poder ver que soy responsable de la vida del otro y que mi vida se va en eso…pues ¿de que le sirve al hombre ganar el mundo entero, dominar a los otros, ser el primero si perdemos nuestra belleza humana, la del corazón?

   La última es que “el todo es superior a las partes”. Somos en ese todo tan hermoso que es la humanidad que por la fe sabemos que es amada profundamente por nuestro Padre Dios. Y ese todo lo vivimos en nuestra familia de la cual formamos parte, de nuestro grupo de amigos, de nuestra escuela, de nuestra ciudad. Nos alimentamos de esas relaciones y enriquecemos esos espacios con nuestra pequeña participación. Somos un nosotros y ahí está nuestra riqueza.

   Y entonces ¿hemos aprendido realmente de los acontecimientos de nuestro pasado la lección para llevar una vida social más sana y humana?

   En estos días vamos a escuchar una frase famosa “Ni olvido ni perdón”. Te invito a que contrapongamos otra frase, que tengamos la valentía de ir contracorriente y grabar en nuestra mente y corazón un lema que San Juan Pablo II supo acuñar y vivir: “No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón”[2]. Perdón no exige olvidar, el perdón es una forma de habitar la memoria, transformarla en una usina de esperanza. Sólo el perdón puede curar, cortar la sed de venganza, regalar paz al corazón herido, sacarnos de la fosa del pasado de muerte y llevarnos a la tierra de la vida, levantarnos de las impotencias para trabajar por un presente y futuro más humano.

   “Sólo corazones justos, buenos pueden crear sociedades buenas y fraternas”[3]. En este día pidamos a Jesús que “venga su Reino de paz y justicia, de verdad y amor” a nuestra patria tan agrietada y que purificando nuestra memoria nos ayude a construir hoy, aquí una humanidad reconciliada.

 

(*) Docente.



[1] Citamos los 4 principios con los cuales Francisco en Evangelii Gaudium sintetiza de modo nuevo los principios y valores de la doctrina social.

[2] Lema del Mensaje para la jornada mundial de la Paz del 2002

[3] Cfr Benedicto XVI, DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI AL CUERPO DIPLOMÁTICO ACREDITADO ANTE LA SANTA SEDE, Lunes 7 de enero de 2013. (Felicitaciones del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede (7 de enero de 2013) | Benedicto XVI

 


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