Mozart y la sublimación del tiempo


Por Iván Ridzevski (*)

      Un aniversario más se cumple hoy, 27 de enero, de la venida al mundo, en 1756, de Wolfgang Amadeus Mozart. Nunca es redundante referir a su maravillosa obra y a su ajetreada vida; también es cierto que en nuestra época, de tanta información cruzada, puede resultar injusto resumirla en pocas líneas detallando sólo algunos caracteres de su música o algunas anécdotas personales. 

      Es evidente que la idealización de personajes de su talla en líneas generales no resulta ya demasiado atractiva; en parte, debido a que el rasgo masivo de la cultura actual ha dejado de hacer acento en las especificidades -en este caso, lo puramente musical- y también, y en contraposición, porque el costado excesivamente trascendental de las cosas a veces no ha permitido obrar por fuera ellas. Es saludable, entonces, recordar a Mozart dejando volar su figura y desproveerla cuanto sea posible del velo enciclopedista que la ha encasillado en ciertos rasgos -sin importar la verosimilitud o no de éstos- que con frecuencia obturan un análisis musical, histórico y estético que subvierta la débil capacidad crítica del siglo XXI. Si el correr del siglo anterior hasta la actualidad se caracteriza por el fin de la historia, por la ponderación de la rapidez y la superficialidad de los hechos culturales, por la total centralidad del progreso material del individuo, la memoria estética anclada en el genio de artistas de esa historia que se intenta olvidar, puede resultar de bastante ayuda. 

      Al interior del universo de la música del salzburgués a menudo aparecen interrogantes. El niño prodigio, su “sorprendente” cantidad de obras, su hábito por no corregir sus manuscritos; pasan los años y algunos parecemos todavía no hallar explicaciones a estas cosas solo desde el hecho musical. La perplejidad y la sensación de lejanía nos llenan de admiración, pero si no somos lo suficientemente sagaces, también podemos sentir que nos paraliza. Esto ocurre al apelar a lo más fácilmente palpable; el apabullante talento y la fuerte personalidad de un artista independiente antes de 1800 nos arrastra con fuerza hacia una enorme falacia estética: la ausencia del genio en el mundo en que vivimos. Para evitar esta clase de veredictos taxativos que clausuran de raíz toda visión múltiple, es imperioso detectar lo más metodológicamente posible dispositivos que nuestra época reconozca en crisis y que a fines del siglo XVIII tuvieran, en cierta manera, carácter de norma.   

      Mozart pasaba al piano todas las horas que podía rodeado de papeles en los que trabajaba. Así logró a sus treinta y cinco años crear alrededor de setecientas obras -tomando en su catálogo anexos y música atribuida-. ¿Qué efecto puede tener rescatar, entonces, estos datos musicales y biográficos en la era de la inmediatez del hecho cultural? Aplicada la lupa a esta pregunta se pueden encontrar muchos elementos para contemplar y reflexionar sobre su sentido. Por caso, la complejidad multidimensional de alguna de sus grandes óperas, la profundidad de sus cuartetos de cuerda de la madurez, la sensación del “todo” musical concentrada en sus últimas tres sinfonías, no parecen caracteres compatibles con lo inmediato y lo superfluo. Probablemente este dilema pueda ser desentrañado entendiendo que la música de Mozart abreva en otro tiempo; otro tiempo que es el del arte ligado a su propia artesanía; un tiempo que es el del afecto, la transformación y el regocijo de un espíritu vívido, pleno y en ebullición. Un tiempo desandado de la mera cronología y, por el contrario, inmerso en de la creación. Nada de esto tiene que ver con la superficie y la rapidez de un hecho artístico; no solo porque no parezca ser superficial o inmediato, sino porque un fenómeno que es fácilmente sondable no requiere más que su definición de esencia: su ser. Para crear Don Giovanni o La flauta mágica es indispensable posicionarse en el singularísimo y personal espacio que tiene la voz del artista, que no es el del ser, sino, como hablara el filósofo argentino Rodolfo Kusch, el del estar. Se necesita pasar mucho rato al lado de mucho arte, tanto propio como ajeno, para llegar finalmente a cumbres tales. Mozart supo vivir de esta forma casi toda su vida a través de la intensidad del sentimiento musical y supo insistir en él superando todos los escollos que se le interpusieron. Su estar no fue para él físico, ni mental, ni siquiera tal vez espiritual. Probablemente haya sido, en su enigma, todo ello junto. Se advierte, por tanto, un estar que se no se habita en una forma, sino en un plano; un plano que al viajar por el tiempo se vuelve relieve y solidez.  



(Arriba: Vista de la ciudad de Viena. Grabado del siglo XVIII)  



(Arriba: Pianoforte utilizado por Mozart en su residencia en Viena)

      No se trata, en consecuencia, de reducir la importancia del talento, de la capacidad y de la individualidad del artista. Estos fueron y son la base para posibilitar la mirada singular y metafórica del mundo. Sin ellos y su captación no habrían ni hubieran habido individuos preparados para realizar trabajos y reflexiones sobre la tragedia y su sátira, sobre la crisis de toda era sometida a cambios, sobre los espíritus que claman libertad, sobre los que se refugian en la existencia de Dios. Sin embargo, son muy poca cosa si no moran en ese sitio tan diferente, el estar de las cosas del mundo. Allí es donde pueden desplegar sus alas cuanto quieran. Mozart lo comprendió y es por esa razón que cada vez que nos hallamos frente a su música es mejor tomar la otra senda, que fue la suya: la senda de la sublimación del tiempo.

 

(*) Profesor de Historia de la Música del Profesorado de la Ciudad de San Lorenzo (Santa Fe). Licenciado en clarinete y Magister en música de cámara.

 

Para una aproximación a la obra de Wolfgang Amadeus Mozart:

 

-Sonata para piano no. 11 en La Mayor K 331 (1781)

https://www.youtube.com/watch?v=vp_h649sZ9A

 

-Sonata para violín y piano no. 32 en Si bemol Mayor K 454 (1785)

https://www.youtube.com/watch?v=-uWmwVYaNXo&t=442s

 

-Cuarteto de cuerda no. 19 en Do Mayor "Disonancia" (1785)

https://www.youtube.com/watch?v=f3oK4XVMARs

 

-Quinteto para clarinete y cuerda en La Mayor K 581 (1789)

https://www.youtube.com/watch?v=xTNbclgU3h4

 

-Serenata para 12 instrumentos de viento en Si bemol Mayor "Gran Partita" (1782)

https://www.youtube.com/watch?v=k0ig72-rj0s

 

-Sinfonía concertante para violín y viola en Mi bemol Mayor K 364 (1782)

https://www.youtube.com/watch?v=_0hTDZ0whpU

 

-Concierto piano y orquesta no. 20 en re menor K 466 (1785)

https://www.youtube.com/watch?v=yM8CFR01KwQ&t=1825s

 

-Sinfonía no. 40 en sol menor K 550 (1788)

https://www.youtube.com/watch?v=QyQ-POuTNn8&t=3s

 

-Sinfonía no. 41 en Do Mayor K 551 "Júpiter" (1788)

https://www.youtube.com/watch?v=ZEg5oWj0dJQ

 

-Requiem K 626 (1791)

https://www.youtube.com/watch?v=Pa4o_nutl14

 

-Las Bodas de Fígaroópera en 4 actos K 486 (1786)

https://www.youtube.com/watch?v=rnoBVXN_5lY&t=6s

 

-"La flauta mágica", ópera (singspiel) en 2 actos K 620 (1791) 

https://www.youtube.com/watch?v=vxe8F3qqNf0

 


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