Felices los perseguidos por causa de los Derechos Humanos

 


Por Aníbal Germán Torres (*)

“Hay que seguir andando nomás / hay que seguir andando…” La primera vez que escuché esa frase hecha canción fue en un bautismo en la parroquia María Niña, de la ciudad de San Lorenzo, en pleno corazón de lo que queda del “cordón industrial”, en la provincia de Santa Fe. Esos versos, como muchos saben, pertenecen al Obispo Enrique Angelelli, considerado con toda justicia como uno de los Padres de la Iglesia Latinoamericana. No hace mucho descubrí al autor de la canción, un verdadero "juglar de Dios" en este tiempo, el P. Carlos Saracini, de la congregación pasionista. Por muchos años él estuvo a cargo de la parroquia de la Santa Cruz, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Tal vez el poeta nunca imaginó que su canción se escuchara en algunas comunidades eclesiales (no en todas, claro está). Una de ellas es precisamente María Niña, que tiene como párroco al P. Juan Carlos Aguiar, más conocido, cariñosa y popularmente, como “Tato”.

Hoy, 10 de diciembre, no es un día cualquiera, pues se conmemora el día internacional de los derechos humanos, fecha “…para conmemorar uno de los compromisos mundiales más revolucionarios: la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH). Este documento histórico consagra los derechos inalienables que toda persona tiene como ser humano, independientemente de su raza, color, religión, sexo, idioma, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición. La Declaración fue proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en París, el 10 de diciembre de 1948 y establece, por primera vez, los derechos humanos fundamentales que deben protegerse en el mundo entero”.[1]

En el 70° aniversario de la DUDH, el Papa Francisco expresó: “observando con atención nuestras sociedades contemporáneas, encontramos numerosas contradicciones que nos llevan a preguntarnos si verdaderamente la igual dignidad de todos los seres humanos, proclamada solemnemente hace 70 años, sea reconocida, respetada, protegida y promovida en todas las circunstancias. En el mundo de hoy persisten numerosas formas de injusticia, nutridas por visiones antropológicas reductivas y por un modelo económico basado en las ganancias, que no duda en explotar, descartar e incluso matar al hombre” (10/12/2018).

Además, el día de los derechos humanos cae muy cerca de la celebración de la Inmaculada Concepción de la Virgen María. El pasado domingo 8 de diciembre el Papa señaló en su homilía: “Lamentablemente, a nuestro alrededor vemos cómo la pretensión del primer pecado, el de querer ser ‘como Dios’ (cf. Gn 3,1-6), sigue hiriendo a la humanidad, y cómo esta presunción de autosuficiencia no produce ni amor, ni felicidad. (…) ¿De qué sirve tener dinero en el banco, comodidades en los departamentos, falsos ‘contactos’ en el mundo virtual, si luego los corazones permanecen fríos, vacíos o cerrados? ¿De qué sirven los altos niveles de crecimiento financiero de los países privilegiados, si medio mundo muere a causa del hambre y de la guerra, mientras los demás se quedan mirando con indiferencia? ¿De qué sirve viajar por todo el planeta, si luego cada encuentro se reduce a la emoción del momento, a una fotografía que ya nadie recordará al cabo de algunos días o algunos meses?”.

Nuestro mundo narcisista, autorreferencial, padece esos intentos de “endiosamiento” que terminan atropellando los derechos humanos de las hermanas y los hermanos e, incluso, los derechos de los pueblos.

Por eso, a la luz del reciente día de María Inmaculada y de este día de los derechos humanos quiero compartir la experiencia de dos refugios de resistencia, memoria y profecía, a contracorriente de la cultura narcotizante hegemónica e, incluso, de ciertas formas cultuales a-históricas, desencarnadas, que redundan en falta de compromiso con los prójimos. Y es aquí donde se vinculan las comunidades de María Niña y de la Santa Cruz, diferentes en historia y edificios, pero hermanas no solo por la fe común y por la canción que recuerda la máxima del entrañable “pelado” Angelelli, sino también por tener detrás del altar la expresión plástica de la Pascua Latinoamericana, realizada por Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz (1980). Este 8 de diciembre ambas comunidades fueron testigos de hechos que quiero destacar.  

Enrique, Wenceslao, Gabriel y Carlos: de La Rioja a San Lorenzo

“Bienaventurados aquellos que han sido perseguidos

por causa de la justicia, pues de ellos es el Reino de los cielos

(Mateo 5, 10).

El Padre Tato quiso celebrar los 17 años de la comunidad de María Niña, en el barrio Bouchard, con un regalo especial: el recibimiento y la entronización de las reliquias de los mártires riojanos Enrique Angelelli (obispo), Wenceslao Pedernera (laico), Gabriel Longeville (sacerdote y misionero francés) y Carlos de Dios Murias (fraile franciscano). 


(Arriba: Flyer de convocatoria de la ceremonia en María Niña. Gentileza: P. Tato)

Los cuatro fueron asesinados en 1976 por su fuerte compromiso con llevar adelante una pastoral renovada, según los lineamientos del Concilio Vaticano II (1962-1965) y su recepción tanto regional en la Conferencia de Puebla (1968) como nacional en San Miguel (1969), poniendo a los más pobres en el centro del accionar eclesial. Los cuatro fueron víctimas de la dictadura cívico-militar que padeció la Argentina entre ese año y 1983, dejando 30 mil desaparecidos y un desastre económico, social y cultural sin precedentes. 

  


(Arriba: frases representativas de los mártires riojanos. Gentileza: P. Tato)

En una ceremonia emotiva y muy concurrida (con presencia de feligreses y  miembros de la sociedad civil), se comenzó aludiendo a la causa judicial sobre el asesinato de los mártires (quienes obtuvieron justicia recién en 2014), se escucharon sentidos testimonios de quienes los conocieron (particularmente destaco el de Susana, la hija de Wenceslao) y se descubrió un mural que contiene las reliquias de los mártires. Seguidamente comparto la oración de bendición del relicario, compuesta por Tato y leída el domingo, en un gesto fraterno, por el P. David:

“Dios Familia:

Papá y Mamá, Hijo

 y Espíritu;

bendice este relicario

de nuestros hermanos beatos:

Carlos, Gabriel, Wenceslao y Enrique;

para que quienes recemos ante él,

amemos más a los pobres,

nos juguemos por la verdad y la justicia

y no le tengamos miedo

a los que atentan contra la vida.

Por Jesús, Señor de la Historia,

testigo del Amor sin límite,

compañero de los mártires

y de nuestro caminar comunitario

como Pueblo de Dios.

Amén”

 



(Arriba: imagen del relicario y del cancionero en María Niña)

Tras el aplauso emocionado se comenzó la celebración de la eucaristía. En su homilía, el P. Tato, quien llevaba estola de color rojo (martirial), explicó qué son las reliquias, y remitió a un interesante texto del Papa Benedicto XVI:   

Las reliquias nos señalan a Dios mismo: es él quien, por el poder de su gracia, concede a los seres frágiles el valor de dar testimonio de él ante el mundo. Al invitarnos a venerar los restos mortales de los mártires y de los santos, la Iglesia no olvida que, en definitiva, se trata de pobres huesos humanos, pero de huesos que pertenecieron a personas visitadas por el Poder vivo de Dios. Las reliquias de los santos son huellas de esa presencia invisible pero real que ilumina las tinieblas del mundo, manifestando el Reino de los Cielos que está en nosotros” (Benedicto XVI, Discurso a los jóvenes en la Jornada Mundial de la Juventud, Colonia, 18/08/2005).

 

Tato dijo que esos “pobres huesos humanos” de los mártires, son en definitiva no sólo lo que nos queda de ellos sino también lo que se mezcla con nuestros propios “pobres huesos”.

Al concluir esta parte, traigo aquí un fragmento de la homilía de Monseñor Angelelli el 17 de diciembre de 1974, tras su visita ad limina a Roma y su diálogo con el Papa Pablo VI (quien había confiado a Monseñor Vicente Zazpe un informe para la Santa Sede sobre la pastoral llevada adelante en La Rioja, documento que respaldaría el accionar del obispo). Escuchemos a don Enrique hablándole a su pueblo de aquel encuentro:

 El Papa me dice: Llévele a su pueblo esto que yo tengo. Yo soy mensajero de la paz, soy el padre de una comunidad universal junto con Jesucristo. Y soy aquél que junto con todo el Colegio Apostólico el primer responsable del anuncio de la Buena Nueva. Llévele esta Buena Nueva de felicidad a su pueblo en el símbolo más estupendo que podemos hacer los hombres, que es la Eucaristía. Entonces, yo le entrego a usted para que vaya allá y con su pueblo celebre una Eucaristía, yo le entrego mi cáliz, ese cáliz que está ahí sobre la mesa, ése es el cáliz que me dio el Papa para celebrar la Eucaristía con ustedes. Ese es el cáliz que me entregó él en ese trueque, que no es un trueque puramente material, sino lleno de contenido y significado. Esto yo se los relato y quiero relatárselos así con toda sencillez. Deme su mano me dijo. Usted lleva un anillo. Hoy me lo he puesto. Ese anillo en el día del Concilio se lo di a cada Obispo de todo el mundo. Y nos dio este anillo a cada Obispo de todo el mundo. Él mismo. Y me dice “Deme su mano”. Usted lleva un anillo del Concilio Vaticano Segundo. Y le digo: Sí, Santo Padre, ¿se acuerda? Usted me lo regaló. ¿Ve? Yo también lo llevo, me dice. Junte su mano con la mía y ponga su anillo con mi anillo. Usted es Pastor de esa Iglesia local a quien ratifico y bendigo y aliento y estimulo. Ponga su anillo sobre el mío y sepa que usted y yo somos pastores de Jesucristo, el Señor. Para llevar adelante y hacer concreto ese Concilio que convocado por el Espíritu Santo ya se ha realizado. Y usted con su pueblo, con su presbiterio, con sus religiosas, con sus laicos, con su pueblo, lo están llevando a la práctica en ese pedazo de Argentina. Y en ese pedazo de la Iglesia que es La Rioja. Casi diría, no tiene comentario.”[2]

 Esther, también la amiga (¿y maestra?) de Jorge Mario Bergoglio

En esta realidad defendemos y trabajamos por

la Verdad, la Justicia y la Dignidad inspirados en el apasionado Jesús”

(lema pasionista para el 2024)

La comunidad pasionista de la Santa Cruz, en el barrio porteño de San Cristóbal, no sólo ha sido un ámbito de contención espiritual para muchos inmigrantes irlandeses, sino también refugio para los trabajadores de los Talleres Vasena que lograron sortear la represión de lo que se conoció como “la semana trágica” (1919). Además albergó a perseguidos por la dictadura comandada por Augusto Pinochet en Chile. Mi primer acercamiento a estas y otras historias fue gracias a Nicolás, un lúcido amigo y compañero que generosamente me invitó a conocer “la manzana” de la Santa Cruz, además de ayudarme compartiéndome los boletines semanales de la parroquia.

Al estar allí, no sólo impactan el templo y sus dependencias, sino, sobre todo, el área conocida como “el solar de la Memoria”, donde se rinde homenaje eterno al grupo conocido como “los 12 de la Santa Cruz”, es decir: Azucena Villaflor de Vicenti, Esther Ballestrino de Careaga, María Ponce de Bianco (las tres fundadoras de Madres de Plaza de Mayo), las monjas francesas Alice Domon y Léonie Duquet, y los activistas de derechos humanos Angela Auad, Remo Berardo, Horacio Elbert, José Julio Fondevilla, Eduardo Gabriel Horane, Raquel Bulit y Patricia Oviedo.

Pienso que unas pequeñas pinceladas biográficas sobre Esther Ballestrino de Careaga nos ayudan a asomarnos al proceso social y político que atravesó su vida y la de los 12 y la de tantos y tantas en aquellos años oscuros de nuestro país, en un contexto regional donde los autoritarismos ejercían el terror sobre varios pueblos latinoamericanos.     

Esther fue de esas personas ante las cuales, como decían nuestros mayores, habría que “sacarse el sombrero”. Si bien se la recuerda por haber sido, según mencioné, una de las fundadoras de nada más y nada menos que la Asociación Madres de Plaza de Mayo (motivo por el cual fue secuestrada, torturada y asesinada por la dictadura en diciembre de 1977), cabe destacar también que había nacido en Uruguay (según el escritor Roberto Paredes) hacia 1917-18, pero en su infancia se trasladó con su familia al Paraguay. Allí se recibió de maestra y de Doctora en Bioquímica y Farmacia en la Universidad Nacional de Asunción. Además de su formación académica, Esther simpatizó con el Partido Revolucionario Febrerista (que era de tendencia socialista). Así, en los años 40’ llegaría a fundar el Movimiento Femenino del Paraguay, refugiándose en la Argentina gobernada por Juan Domingo Perón, tras ser perseguida por la dictadura militar de Higinio Morínigo. En nuestra patria, Esther contrajo matrimonio con Raymundo Careaga, con quien tuvo tres hijas.

En la biografía de esta valiente mujer, no se puede dejar de mencionar a una figura: Jorge Mario Bergoglio, quien trabajó junto a Esther desde su joven formación como técnico químico. En alguna ocasión, el actual Papa Francisco, expresó: “La quería mucho. Recuerdo que cuando le entregaba un análisis, me decía: ‘Ché… ¡qué rápido lo hiciste!’. Y enseguida, me preguntaba: ‘¿Pero este dosaje lo hiciste o no?’ Entonces, yo le respondía que para qué lo iba a hacer si, después de todos los dosajes de más arriba, ese debía dar más o menos así. ‘No, hay que hacer las cosas bien’, me reprendía. En definitiva, me enseñaba la seriedad del trabajo. Realmente le debo mucho a esa gran mujer”.

En otra ocasión, en 2010, en una declaración ante un Tribunal judicial, siendo por entonces Cardenal Arzobispo de Buenos Aires y Primado de la Argentina, el jesuita se refirió a Esther como “una mujer con mucho sentido del humor, que me introdujo en el mundo de la política. Era una febrerista, del Partido Febrerista Paraguayo, exiliada aquí. Me hacía leer varias cosas, los artículos de [Leónidas] Barletta, por ejemplo, conversábamos sobre eso, los comentábamos. Le debo mucho a esa mujer. Después, a pesar de que yo era cura, seguimos siendo amigos”.



(Arriba: Esther Ballestrino de Careaga y el joven P. Jorge M. Bergoglio, sj)

Es interesante lo que decía Bergoglio sobre la influencia que Esther tuvo en su formación política, porque en general se lo suele relacionar solamente con otros ámbitos (vinculados con el peronismo), desconociendo o acallando esa amistad. Un dato no menor en la vida de un pastor que habla a todo el mundo de la necesidad de “la mejor política” (Fratelli Tutti, Capítulo 5).

El terrorismo de Estado instalado tras el Golpe de 1976 afectó directamente a Esther y su familia: Sus dos yernos, Manuel Carlos Cuevas e Yves Domergue fueron secuestrados y desaparecidos, y su hija Ana María Careaga, con 16 años y tres meses de embarazo, fue secuestrada el 13 de junio de 1977, para ser llevada y torturada en el centro clandestino de detención Club Atlético. Así, Esther comenzó entonces a organizarse con otros familiares de detenidos y desaparecidos y a participar de las rondas en los jueves en la Plaza de Mayo, de donde surgió la ya referida Asociación Madres de Plaza de Mayo, y también a colaboró con familiares de detenidos y desaparecidos por razones políticas y con la Liga Argentina por los Derechos del Hombre.

En octubre de 1977 Ana María fue liberada y tanto Esther como sus tres hijas se refugiaron primero en Brasil y luego en Suecia, como tantos otros compatriotas perseguidos. Sin embargo, poco después volvió a la Argentina. Las otras madres entonces quisieron persuadirla que era muy peligroso quedarse y que debía volver a Suecia. Su hija Ana María cuenta que su madre contestó: “No, voy a seguir hasta que aparezcan todos”. Valentía ejemplar.  

Tal el modus operandi de la dictadura, que por entonces comandaba Jorge Rafael Videla, entre el jueves 8 de diciembre y el sábado 10 de diciembre de 1977 el Grupo de tareas 3.3.2. bajo el mando del siniestro Alfredo Astiz (que se había camuflado con el nombre de Gustavo Niño), secuestró a un grupo de 12 personas vinculadas a la Madres de Plaza de Mayo. Entre ellas se encontraba Esther y la mayor parte del grupo de la Santa Cruz, donde solían reunirse.

Fue llevada directamente al centro clandestino de detención que funcionaba en la la Escuela de Mecánica de la Armada (la ESMA). Allí permaneció aproximadamente 10 días, lapso durante el cual fue constantemente torturada. En el Informe del Nunca Más, elaborado por la CONADEP, los testigos Maggio y Cubas, sobrevivientes de la ESMA, relataron lo que sabían sobre Esther:

Probablemente el día 17 o 18 de diciembre de 1977, Esther y el resto del grupo, fueron “trasladadas” al aeropuerto militar que se encuentra en el extremo sur del Aeroparque de la ciudad de Buenos Aires, subidos sedados a un avión de la Marina y arrojadas vivas al mar frente a la costa de Santa Teresita, muriendo al chocar contra el agua.

El 20 de diciembre de 1977 comenzaron a aparecer cadáveres provenientes del mar en las playas bonaerenses, a la altura de los balnearios de Santa Teresita y Mar del Tuyú. Sin realizar más averiguaciones, las autoridades locales dispusieron de inmediato que los cuerpos fueran enterrados como NN en el cementerio de la cercana ciudad de General Lavalle.

Tras la recuperación de la democracia en 1983, y en el marco de la investigación de la CONADEP y del Juicio a las Juntas promovido por el Presidente Raúl Alfonsín, se realizaron excavaciones en el cementerio de General Lavalle, encontrándose una gran cantidad de restos óseos provenientes de los cadáveres hallados en las playas.

Transcurridos largos años de trabas en las investigaciones, por las “leyes de impunidad” (de Obediencia debida y Punto Final) del alfonsinismo y los indultos otorgados por el Presidente Carlos Menem, recién con el Presidente Néstor Kirchner se pudo remover ese andamiaje que impedía las políticas de Memoria, Verdad y Justicia.   

Así, el 8 de julio de 2005 el juez Horacio Cattani (quien venía siguiendo el tema desde los años 90’, pese a las trabas institucionales referidas) recibió un informe en el cual, entre otras cosas, se indicaba que parte de los restos encontrados tiempo antes pertenecían a Esther Ballestrino de Careaga.

El día 24 de julio de 2005, 28 años después de haber sido asesinada, Esther fue enterrada (más bien, "sembrada", como dicen bellamente en la comunidad) en el jardín de la iglesia de la Santa Cruz, junto a María Ponce de Bianco, una de las tres madres secuestradas con ella. Con posterioridad también fueron sepultadas allí la hermana Leónie Duquet y la activista Ángela Auad.[3] En ese entonces el párroco Carlos Saracini, cp.


                                                


(Arriba: los restos de Esther descansan en el solar de la Memoria. Gentileza: Nicolás)

Este 2024 fue especial para la comunidad de la Santa Cruz, no sólo por la resistencia al negacionismo que impulsa el Gobierno Nacional de Javier Milei y Victoria Villarruel en materia de Derechos Humanos (donde cabe mencionar la repudiable visita de diputados libertarios a Astiz y otros genocidas que cumplen prisión por delitos de lesa humanidad), sino también por la histórica visita del Presidente de la República Francesa, Emmanuel Macron, a “la manzana”.  

Una de las que pudo hablar con el primer mandatario galo y su esposa, Brigitte Macron, fue Ana María Careaga, quien señaló que la  visita fue “importante” y de “trascendencia notable”, pues “realizar una pausa en el camino y acudir a un lugar tan emblemático para la memoria y la lucha por Memoria, Verdad y Justicia, donde descansan los restos de una de las dos religiosas, para ofrecer una ofrenda floral, es un acto político que responde al negacionismo”. Ana María señaló además: “Lo notable es que el Presidente escuchó a cada una de las personas presentes. El denominador común fue la conversación sobre el retroceso de los derechos humanos y las políticas de Memoria y Justicia, así como sobre los despidos de trabajadores y trabajadoras”. La hija de Esther también refirió:  “Fue una instancia necesaria e importante de diálogo, en la que el Presidente reivindicó el lema ‘Francia no olvida’ para sostener la memoria colectiva”. De ahí que “Uno de los temas planteados fue el estatuto de los delitos de lesa humanidad, que no prescriben, no tienen vencimiento en el tiempo y continúan vinculados a la desaparición. Es importante subrayar que tampoco prescriben los efectos de la historia y de la cultura”. Ana María indica que “la situación actual es grave. En Argentina, los derechos humanos tienen un nombre: Memoria, Verdad y Justicia, y la Justicia siempre ha sido considerada como un principio innegociable. Este compromiso sigue vigente hoy” (Página/12, 18/11/2024).

Justamente este fue el tono del homenaje que, como todos los años, en la iglesia de la Santa Cruz, “emblema de la lucha por los Derechos Humanos”, se recuerda a las Madres de Plaza de Mayo, los familiares de desaparecidos y las religiosas secuestrados por la dictadura entre el 8 y 10 de diciembre de 1977 (Laura Vales, Página/12, 9/12/2024).  


(Arriba: Flyer del acto homenaje realizado en la Santa Cruz. Gentileza: Nicolás)

La misa celebrada este año en el lugar fue a nave llena y por la tarde, en el acto, familiares, amigos y vecinos coparon la calle. En la iglesia de la Santa Cruz hubo figuras públicas y militantes por los derechos humanos. León Gieco los acompañó como la presencia central de un festival. También estuvo el embajador de Francia en la Argentina, Roman Nadal, ratificando el gesto de semanas atrás del presidente Macron.

Ana María Careaga señaló: “Lo que más me llegó de la celebración de este año fue encontrar a un grupo de chicos, muy jóvenes”. Estas palabras fueron a raíz de que los adolescentes habían hecho una vigilia y participaron de la misa que se realizó por la mañana. Tenían la misma edad que tenía la hija de Esther, en 1977, cuando fue secuestrada, a los 16 años (Cf. Laura Vales, Página/12, 9/12/2024).

 

(Arriba: León Gieco en el festival de la Santa Cruz. Gentileza: Nicolás)

Una interpelación a ¡todos, todos, todos!

“La pregunta más persistente y urgente de la vida es:

¿Qué estás haciendo por los demás?”

Martin Luther King

 

Tanto lo realizado en la comunidad de María Niña respecto a las reliquias de los mártires riojanos, como a la conmemoración de la comunidad pasionista en relación a los 12 de la Santa Cruz, nos hablan del compromiso que, en tanto bautizadas y bautizados, tenemos que tener con los Derechos Humanos. Si un cristiano, una cristiana no se compromete a fondo con esta noble causa comunitaria, defenderá otros valores, pero no el Evangelio de Jesús, el hijo de María de Nazaret, el Verbo hecho carne que nos invita a vaciarnos de toda superficialidad, de toda mundanidad, porque el Corazón de Jesús (que se formó en el vientre de María) “nos habla de carne humana, de tierra, y por eso también nos habla de Dios que ha querido entrar en nuestra condición histórica, hacerse historia y compartir nuestro camino terreno. Una forma de devoción más abstracta o estilizada no será necesariamente más fiel al Evangelio, porque en este signo sensible y accesible se manifiesta el modo como Dios ha querido revelarse y volverse cercano” (Dilexit nos 58).

 

Junto con el agradecimiento a amigos como Tato, Carlos y Nicolás, termino estas líneas con lo que decía Francisco, quien destrabó la beatificación de Enrique Angelelli y sus compañeros mártires y quien fue amigo (¿y alumno?) de Esther Ballestrino de Careaga:

“cuando se violan los derechos fundamentales, o cuando se favorecen algunos en detrimento de otros, o cuando se garantizan solo a ciertos grupos, se producen graves injusticias, que a su vez alimentan los conflictos con graves consecuencias tanto dentro de las naciones como en las relaciones entre ellas. Por lo tanto, cada uno está llamado a contribuir con coraje y determinación, en la especificidad de su papel, a respetar los derechos fundamentales de cada persona, especialmente de las “invisibles”: de los muchos que tienen hambre y sed, que están desnudos, enfermos, son extranjeros o están detenidos. (cfr Mt 25,35-36), que viven en los márgenes de la sociedad o son descartados. Esta necesidad de justicia y solidaridad tiene un significado especial para nosotros los cristianos, porque el Evangelio mismo nos invita a dirigir la mirada a los más pequeños de nuestros hermanos y hermanas, a movernos a la compasión (cf. Mt 14,14) y a trabajar arduamente para aliviar sus sufrimientos.  Deseo, en esta ocasión, dirigir un llamamiento sincero a aquellos con responsabilidades institucionales, pidiéndoles que coloquen a los derechos humanos en el centro de todas las políticas, incluidas las de cooperación para el desarrollo, incluso cuando esto signifique ir contra la corriente” (Francisco, 10/12/2018).

Así entones, “hay que seguir andando nomás…”

 

(*) Doctor en Ciencia Política. Profesor universitario.

E-mail: anibalgtorres@gmail.com



[3] Estas pinceladas biográficas básicamente están tomadas del sitio Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/Esther_Ballestrino  Para ampliar el tema, se recomienda el documental "La Santa Cruz, refugio de resistencia", disponible en: https://www.youtube.com/watchv=6DdnfoQCsC8

 

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