¿Quién es Jesús? Teología sobre el Verbo Encarnado
“Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo”
San
Jerónimo
Por
Carlos Ezequiel Cabalero (*)
En el presente texto trataremos de responder a una pregunta que nos resulta de especial relevancia: ¿Quién es Jesús a partir de los diversos nombres que las Sagradas Escrituras nos aportan? Desde luego que este pequeño escrito, con sus diferentes secciones, no pretende agotar una temática tan vasta como fascinante. Se trata, más bien, de compartir con las lectoras y los lectores lo que constituye la “expresión de mi búsqueda personal ‘del rostro del Señor’ (Cf. Sal 27,8)”, como dijera sabiamente Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, en su trilogía Jesús de Nazaret. Comencemos entonces este recorrido.
Jesús y los títulos
“…
les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes y los primeros asientos
en las sinagogas, ser saludamos en las plazas y oírse llamar mi maestro por la
gente.
En cuanto a ustedes, no se hagan llamar
maestro, porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A
Nadie en el mundo llamen padre, porque no tienen sino uno, el Padre celestial.
No se dejen llamar tampoco doctores, porque sólo tienen un Doctor, que es el
Mesías”. (Mt 23, 6-10)
Este
pasaje de las Sagradas Escrituras nos parece sumamente oportuno para
introducirnos al tema de nuestro interés, ya que encontramos al mismo Jesús
abordando la cuestión de los títulos; en este caso, como vemos, a modo de
advertencia dirigidas a los discípulos sobre el peligro de caer en la misma
actitud de los escribas y fariseos, ansiosos por los títulos y el
reconocimiento de la gente, amenazados por la tentación -diríamos con un
lenguaje más cercano a nosotros- “credencialista”.
Para
el título de "maestro", se presenta:
-
El termino hebreo “rabbí” (ῥαββί) que es el que les gusta recibir a los
escribas y fariseos (23,7) y que no debe ser aceptado por los discípulos
(23,8a)
-
y el término griego que es didáscalos (διδάσκαλος en 23,8b) y que sólo se debe
aplicar a Dios pues entre ellos son todos hermanos.
-
También utiliza la palabra kathêgêtês (καθηγητὴς) que se traduce por “doctor,
guía o instructor” (23,10) porque se refiere al maestro que está sentado y
desde esa posición ejerce su capacidad de guiar. Se trata de un término menos
conocido, proveniente del mundo helénico y que sólo aparece aquí en todo el Nuevo
Testamento.
En
medio de ambos está la prohibición de hacerse llamar “padre” porque hay un sólo
Padre, el celestial (23,9). Como bien nos aclara Santo Tomás, “También el mismo
Cristo llama a Dios su Padre en muchos lugares y se dice Hijo de Dios. Y los
Apóstoles y los SS. Padres pusieron entre los artículos de la fe que Cristo es
Hijo de Dios, diciendo: Y en Jesucristo, su Hijo, a saber: de Dios”, haciendo
alusión a la relación filial del Hijo con el Padre.
Títulos progresivos
En
el pasaje del encuentro de Jesús con la Samaritana (Jn 4) encontramos una
progresión/evolución de títulos que podríamos enmarcar de la siguiente manera:
- judío (v. 9): La mujer sólo ve
a un hombre judío y sediento. Ella incluso se lo remarca, se lo hace notar…
Pero la conducta de Jesús supera las convenciones culturales de etnia, posición
económica e incluso de religión.
- Señor (vv. 11 y 25): (κύριος)
El Papa Benedicto XVI nos dice que este término había pasado a ser en el curso
del Antiguo Testamento y del judaísmo temprano, un sinónimo del nombre de Dios
y por lo tanto incorporaba ahora a Jesús en su comunión ontológica con Dios, lo
declaraba el Dios vivo que se nos hace presente.
- Más grande que Jacob (v. 12):
La mujer conoce el don del pozo, el agua que bebieron los hijos y los ganados
de Jacob, pero recién ahora comienza a descubrir el Don de Dios y la Gracia de
la que beben los hijos de Dios.
- Profeta (v. 19): Si tenemos
presente que los samaritanos sólo admitían el Pentateuco, esta expresión pone a
Jesús a la altura de Moisés (Cf. Dt 18, 15. 18).
- Mesías-Cristo (vv. 25 y 29):
Este es otro de los títulos que Benedicto XVI destaca en su libro explicando
que era un título propio del ambiente semita y que desapareció muy pronto como
título único ya que se fundió con el nombre de Jesús (Jesucristo). Su Misión y
Él son una misma cosa, su cometido y su ser son una sola cosa.
- Maestro (v. 31): Este título
ya lo tratamos en el punto anterior, al cual puede remitirse el lector.
- Salvador (v. 42): Con la
proclamación de este título se llega al punto culminante del relato que comenzó
cuando Jesús fue llamado “judío” en forma despectiva, pero que luego fue
reconocido como “profeta” y como “Mesías”.
Juan
en el capítulo 4 nos va revelando de manera progresiva y pedagógica
quién es Jesús hasta culminar con el título de Salvador del Mundo. Este
pasaje resulta interesante en el Evangelio de Juan por tratarse del único caso
donde es Jesús mismo quien revela su identidad: “Yo soy, el que habla contigo”
(26).
Hijo de Dios
El
título de Hijo de Dios es el más importante que podemos adjudicar a
Jesús y el Evangelista Mateo lo coloca en un contexto donde el mismo cosmos lo
reconoce: “En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó” (Mt 14, 32). Es
importante resaltar que recién ahí se calma la tormenta, cuando Jesús y Pedro
suben a la barca. Y este prodigio provoca como reacción en los discípulos que
se postren ante Jesús y le digan: “verdaderamente eres Hijo de Dios” (ἀληθῶς
θεοῦ υἱὸς εἶ). Por tanto, la comunidad de los discípulos confiesa a Jesús como Hijo
de Dios, como más adelante lo hará Pedro (16,16), siendo el título
cristológico más importante para Mateo, que busca presentar así a los
discípulos como verdaderos creyentes, más allá de sus desánimos y sus dudas.
Asociado
a este título encontramos los títulos de Hijo a secas e Hijo del
Hombre. Todos títulos que se diferencian en su origen y significado pero
que luego terminar entremezclándose. El título de Hijo de Dios era común
en las culturas orientales y era asignado a los príncipes e Israel lo asume
análogamente para sí mismo. El cristianismo no duda en aplicarlo a Jesús luego
de su Resurrección con la diferencia de que este Rey gobierna a través de la fe
y el amor, se aparta de este modo del poder político triunfalista y se
convierte en la expresión de una unión especial con Dios que se manifiesta en la
cruz y en la resurrección, es decir, en la prolongación de la kénosis hasta
el final y en la anástasis.
Aportes paulinos
Desde
la perspectiva Paulina también encontramos aportes de una gran riqueza
teológica para comprender el misterio de Cristo ya que los títulos aplicados a
Jesús son imagen de Dios y primogénito de la creación (15) donde
se afirma el primado de Cristo sobre la creación “Todo fue creado por Él y para
Él” (17). En una segunda parte del himno cristológico encontramos otros títulos
no menos llamativos: “Cabeza del cuerpo”, “principio” y “primogénito de entre
los muertos”’ (18), dando a Cristo un rol de mediador único y universal, desde
la perspectiva de la creación y la redención.
En
el principio existía la Palabra
¿Logos,
Verbo o Palabra? En las traducciones más antiguas de nuestra lengua
castellana suele encontrarse de manera equivalente la traducción del término
griego “Logos” por el de “Verbo”. En traducciones más actuales como “La Biblia
católica para jóvenes” (Verbo Divino, Navarra, 2009) e incluso en la traducción
de Luis Alonso Schökel (Ediciones Mensajero, Bilbao, 2006), por mencionar
algunas, encontramos traducido por “La Palabra”. Para Jacques Guillet esta
actualización es correcta, ya que la intención del evangelista –según su
opinión–, fue valerse de un término común en su época para expresar la realidad
sin igual que ha aparecido en Jesús (siguiendo esta línea argumental habría que
abandonar la palabra de origen latino Verbo, para hablar de la
Palabra, como hacen los últimos traductores de la Biblia al
castellano). Sin embargo, Guillet pone
de manifiesto otra inquietud al preguntarse: ¿Por qué el Evangelio de Juan se
inicia adjudicando a Jesús un título que Él nunca reivindicó, no utilizó jamás?
A lo que responde:
“La
respuesta puede parecer paradójica, pero es la que mejor se impone: se trataba
de decir lo que Jesús no había dicho, de superar el horizonte necesariamente
limitado en que lo había colocado su condición de hombre… Era necesario
desplegar ese misterio en todas las dimensiones del mundo y en la historia de
la humanidad, era preciso hacer de la Encarnación el centro del universo. Esa
es la razón del Prólogo y de la elección de la palabra Logos”.
Respecto
al enfoque o perspectiva de los textos, podemos decir entonces que mientras que
en los sinópticos encontramos un planteo desde lo histórico (digamos un planteo
horizontal, desde lo inmanente) para luego elevarse a lo eterno (hacia lo trascendente),
en Juan encontramos un planteo desde lo eterno que desciende hacia lo creado
(digamos un planteo vertical).
Es
lógico que ante la pregunta que Jesús hace a sus discípulos cuando les dice: “¿Y
ustedes quién dicen que soy yo?” (Mt 16,15-16; Lc 9, 20-21; Mc 8,29-30) nos
quedemos con la respuesta inspirada del apóstol Pedro que sigue inmediatamente
en el texto. Pero, ¿qué pasaría si a esa pregunta se la planteáramos al
evangelista Juan? Por qué no imaginarnos que posiblemente la respuesta sería
aproximada al decir del célebre Prólogo de su Evangelio. Pero seguramente no
todos lo comprenderíamos a la primera como sucede en los sinópticos con Pedro.
A modo de conclusión
“Y
el Verbo se hizo carne y puso su morada entre nosotros” (1,14). Llama
poderosamente la atención el término “carne” … El evangelista podría haber
dicho algo que sonara más digno: “se hizo hombre” o “se humanizó” (como sugiere
Blanchard), y sin embargo prefiere optar por lo que suena a débil, vulnerable,
e incluso corruptible. Es decir que se trata de una expresión que asume la
debilidad humana: o sea, el anonadamiento o vaciamiento del Verbo que eleva
nuestra naturaleza haciéndonos partícipes de la filiación divina, el ser
hijos en el Hijo.
Nos
maravilla contemplar cómo Dios se nos manifiesta en Cristo y nos permite el Don
de ser hijos por adopción: A los que creen en su Nombre (por la fe) les da el
“poder de…” No es algo automático, hay un “camino para llegar a ser…”, un Don
reservado a Dios y un paso de confianza al ser humano.
Luego se dice que “puso su morada entre nosotros”, lo que nos hace volver al párrafo anterior. ¿De qué manera nos preparamos para recibirlo? ¿Qué lugar le ofrecemos? ¿Qué título portaría en nuestra relación con Él? Al respecto, hacia el inicio de su monumental Oratorio de Navidad (Cantata BWV 248/1), J. S. Bach dispuso que el coro cantara este hermoso texto:
“¿Cómo te recibiré
y cómo me encontraré contigo?
¡Oh anhelo del mundo,
tesoro de mi alma!
Oh Jesús, Jesús, pon
sobre mí tu luz,
para que lo que te agrada
sea claro para mí.”
Por otro lado, y finalizando el itinerario que nos propusimos, se encuentra el pasaje de los sinópticos donde Jesús indaga a sus discípulos, primero de manera casi anónima acerca de qué dice la gente sobre Él, para luego avanzar hacia una respuesta personal y comprometida “¿Y ustedes?” (Mt 16,15-16; Lc 9, 20-21; Mc 8,29-30). Según entendemos, resulta un pasaje clave para cualquier lector o lectora que se acerca a las Sagradas Escrituras, ya que, abiertos al Espíritu Santo, no podemos quedar indiferentes ante ese planteo.
Bibliografía consultada
ü Blanchard, Y., (2012),
Los escritos joánicos: una comunidad atestigua su fe, Verbo Divino,
Pamplona.
ü Benedicto XVI
(2007), Jesús de Nazareth, Planeta, Bs. As. capítulo 10.
ü Benedicto XVI,
(del 2 y 16 de junio de 2010), Audiencias Generales sobre “Santo Tomás de
Aquino”.
ü Catecismo de la
Iglesia Católica,
Asociación de editores del Catecismo, 1993.
ü Guillet, J.
(1982), Jesucristo en el evangelio de Juan, Verbo divino, Pamplona.
ü La Biblia católica
para jóvenes
(2009), Verbo Divino, Navarra.
ü Mateos, J. y
Barreto, J. (1980), Vocabulario teológico del evangelio de Juan.
Cristiandad; Madrid.
ü Nannini, D., Subsidios
homiléticos del Domingo 31, Ciclo A.
ü Rivas, L. (2008), El
evangelio de Juan, San Benito, Bs. As.
ü Rivas, L. (2016), Los
libros y la historia de la Biblia, San Benito, Bs. As.
ü Schökel, L.
(2006), La Biblia de nuestro Pueblo, Ediciones Mensajero, Bilbao.
(*) Docente de nivel Medio y Superior.
E-mail: carloscabalero@gmail.com
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