Ética: libertad y responsabilidad


por Carlos Ezequiel Cabalero (*)

La libertad es uno de los temas quizás más manoseados en la coyuntura política actual, y al decir del Padre Leonardo Castellani (1964) “La palabra libertad, que es una palabra ambigua, pues la palabra libertad si no se le añade para qué, es una palabra sin contenido; y hoy día, por obra del Liberalismo, la más asquerosamente ambigua que existe”. Aquí comprenderemos la ética desde la libertad y sus implicancias. 


 La condición humana

Al hombre, dotado de inteligencia y voluntad tiene un abismo que lo separa respecto de los animales quienes invariablemente repiten su papel en la naturaleza guiados por el instinto. Estos últimos no darán respuestas de sus actos y a nadie en su sano juicio se le ocurrirá pedírselos, como tampoco se lo pediríamos a un pequeño niño o a un árbol, simplemente por el hecho de que sabemos de las limitaciones racionales para darlos.

Pero con el hombre esta situación cambia y se complica terriblemente. Por su naturaleza racional este tiene las condiciones y potencialidades necesarias para participar en la obra de Dios obrando maravillas: mejorar la productividad alimenticia, sanar enfermedades complejas, anticiparse a catástrofes naturales; de la misma manera que es capaz de crear campos de concentración y exterminio o inventar bombas atómicas capaces de arrasar con todo.

La capacidad de deliberar entre varias posibilidades (la inteligencia conoce lo que es bueno y malo) y decidirse por la que se juzga correcta (acto de la voluntad), conduciendo y dominando las propias acciones es lo que podemos denominar libertad, como bien dice Viktor Frankl “Al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas, la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias para decidir su propio camino” (Frankl, 2004). Aún con las condiciones adversas podemos actuar siguiendo el dictamen de nuestra conciencia, aún con la privación física nos queda sin embargo la libertad interior.

 

Yo y mis circunstancias

Por lo dicho hasta ahora, parece lógico deducir que somos seres limitados, siendo la mayor de las limitaciones la muerte. Al respecto mucho se ha reflexionado en la historia de la filosofía, por ejemplo, San Agustín de Hipona, cuando afirmaba que cuando un niño nace nada podemos afirmar con certeza acerca de su futuro, excepto una cosa, que se va a morir. O Martín Heidegger, cuando afirmó que la muerte no es más ni menos que la imposibilidad de todas las posibilidades.

No elegimos dónde nacemos, ni nuestra familia, y tampoco el idioma de cuna, etc.: “yo y mis circunstancias” diría Ortega y Gasset. Por lo tanto, queda claro que nuestra libertad no es absoluta y hasta resulta lógico que a seres limitados nos corresponda también una libertad limitada, ya sea de manera física pues no podemos elegir no respirar, psicológica pues no podemos saberlo todo o moral desde el momento que descubrimos que hay cosas que podemos, pero no debemos hacer (Cf. Ayllón, 2010).

Decía Castellani que la libertad no es propiamente un movimiento sino un poder moverse solamente; y en el moverse lo que importa es el Hacia Dónde; lo que determina el movimiento y lo hace chico-grande, bueno-malo, tal o cual, es el término donde; pues todo movimiento tiene dos términos que lo determinan “desde y donde…”. La Libertad entonces, no tiene sentido alguno si no se añade el para qué; y sin eso es mejor ni hablar… “Libertad para todo y para todos menos para el mal y los malhechores” (Cf. Castellani, 1964). La libertad se entiende así en un sentido instrumental, esto quiere decir que está en función de nuestra plenificación. Los condicionamientos entonces son como las reglas de juego que dan sentido profundo a la vida humana y visto así, resulta impensable la libertad sin condicionantes.



(Arriba: el sacerdote y escritor Leonardo Castellani)

 La libertad se ordena al bien

Libertad y bien son como las dos caras de una moneda. La libertad se ordena al bien y no se entiende sin este, pues elegir el mal no es libertad, en el mejor de los casos es sólo un signo de que somos libres. Se puede elegir el camino de las drogas, por ejemplo, pero sabemos que a la corta o a la larga se terminará volviendo contra el mismo ser humano. Con este ejemplo es fácil de comprender al bien como “aquello que conviene o perfecciona a una naturaleza” y, por ende, la libertad estará ordenada a la naturaleza.

Podemos entender entonces desde el sentido clásico al mal como “la ausencia de bien” y este se puede dar por no desear suficientemente el bien o simplemente por no haberlo considerado como tal, por una deficiencia de nuestra inteligencia. Esto es evidente y viene a confirmarnos que justamente la libertad no puede estar por encima de la ética y que los actos inmorales jamás podrán justificarse en nombre de la libertad.

Pero es verdad que en el ser libre se juega la posibilidad de optar por el bien o por el mal; la repetición de los actos buenos genera en nosotros hábitos a los que denominamos virtudes, mientras que la repetición de actos malos genera en nosotros el opuesto que son los vicios. De aquí la enorme incidencia de la educación y el esfuerzo por luchar contra nuestras debilidades a fin de llegar a ser personas virtuosas. El consumo de drogas, alcohol o pornografía son hoy vicios que ciertas ideologías buscan minimizar y normalizar socialmente, provocando resultados adversos entre los jóvenes y destruyendo su fuerza de voluntad para el bien.



(Arriba: libertad del ser humano ante distintas posibilidades)

 Ideologías y libertad

Suele denominarse vulgarmente ideologías al conjunto de ideas que caracterizan un movimiento, de una persona, grupo, etc. Pero también se puede entender como un saber que parcializa la realidad y absolutiza alguno de sus aspectos de manera interesada.

Nos parece necesario e importante mencionar este tema en referencia a la libertad, ya que muchas veces la conciencia puede verse influenciada por estas ideas que movilizan nuestras pasiones o intereses, sin percatarnos de las limitaciones que estás pueden acarrear o las intenciones ocultas que las promueven, como bien lo desarrolla el Papa Juan Pablo II en su Carta Encíclica Fides et Ratio del año 1998, donde advierte sobre ciertas corrientes de pensamientos actuales que dificultan el encuentro con la verdad.

Estas expresiones buscan hacerse con el poder e imponer sus ideas con la fuerza de los estados o de las instituciones. Lamentablemente no dejan de ser fruto de las limitaciones de la inteligencia humana con una fuerte carga de imperfecciones, por ejemplo, muchas veces con componentes afectivos que terminan retorciendo la realidad para que esta encaje con sus ideas y anulando cualquier posibilidad de análisis metafísico.

Hoy se habla mucho de las dimensiones de la persona humana como ser bio-psico-socio-espiritual. Estas son a grandes rasgos, como las cuatro patas que sostienen nuestra estructura. Suele decirse que, si una de ellas está floja, todas las demás se verán afectadas. Ahora bien, una de las herramientas que pueden ayudarnos a discernir las fortalezas y debilidades de cualquier ideología es justamente la confrontación de sus postulados con las cuatro dimensiones del ser humano y contar con argumentos que nos ayuden en la objetividad de nuestras opciones.

 Responsabilidad

Debemos dar respuesta por nuestros actos. El Dr. Frankl en su libro autobiográfico “El hombre en busca de sentido” sugiere que, así como Estados Unidos en su costa Este tiene la Estatua de la Libertad, así también sería bueno que en la costa Oeste tuviera la Estatua de la Responsabilidad.

Libertad y responsabilidad se complementan y no se comprende una sin la otra. Somos responsables, es decir, tenemos la capacidad y el deber de dar respuesta por los actos que decidimos hacer. Es evidente que hay grados de responsabilidad según el lugar que nos toque ejercer: así no será la misma responsabilidad la del adolescente que miente por una mala nota que quien lo hace por corrupción ocupando un rol político. 

Dicen Medina y Rodríguez en su trabajo de Ética y educación que “la libertad se educa ejercitándola, ganando espacios de responsabilidad” (Medina, 2014). Esta cita nos resulta oportuna ya que toca un tema central como es la educación y la libertad. 

Decíamos más arriba que la libertad se ordena al bien y agregamos ahora que el bien se ordena a la verdad. En este sentido, mucho se ha dicho en la filosofía acerca de la posibilidad del hombre por alcanzar la verdad. Siguiendo a Santo Tomás entendemos la verdad como “la adecuación del intelecto a la realidad”, es decir, alguien podría fantasear con la idea de que los trenes no existen, pero lo mejor será apartarse de las vías para que el tren no lo lleve puesto: Con este ejemplo se hace clara la idea de que las cosas no son como son porque así lo pensemos, sino que es el intelecto el que debe conformarse a la realidad de las cosas.

Se entiende mejor así, que si queremos saber cuál es el modo adecuado en que el hombre debe actuar, debemos entonces esforzarnos por llegar a una correcta interpretación de las cosas y, por ende, de la naturaleza humana. Dicho en otras palabras, necesitamos de una correcta metafísica que nos permita tener una visión antropológica sin reduccionismos que limiten la reflexión ética.

En este trabajo hemos intentado abordar algunas de las columnas del discurso ético como son la libertad, el bien, la verdad, la conciencia, la trascendencia a fin de ayudar en la reflexión sobre nuestra condición limitada y los riesgos a los que estamos expuestos en nuestra búsqueda de una libertad responsable que aspira al conocimiento de la verdad por el camino del bien. En otras palabras, a realizarnos como personas intentando ser la mejor versión de nosotros mismos, colmando el deseo de plenitud que conmueve nuestros corazones y que nos hace felices.


(*) Docente de nivel Medio y Superior.


Bibliografía

-       Ayllón, J. y Fernández, A., (2010) Ética, Casals, Bilbao.

-       Castellani, L., (1964) Esencia del liberalismo, Ed. Nuevo Orden, Bs. As.

-       Frankl, V., (2004) El hombre en busca de sentido, Herder, Barcelona.

-       Juan Pablo II, (1998) Fides et Ratio, Paulinas, Bs. As.

-       Medina Rodríguez, J. J. y Rodríguez Peralta, M. I., (2014) Ética y escuela, Fundación Europea para el Estudio y Reflexión Ética, Madrid.

-       Pieper, J., Las virtudes fundamentales, RIALP, Madrid.

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